El lento despliegue de la radio digital en España

Me pide un lector que escriba algo sobre la adopción de la tecnología de la radio digital terrestre (DAB/DAB+) en España frente a la Unión Europea, un tema que resulta muy interesante por el hecho de ver cómo algunos países han decidido apostar con fuerza por la transición, mientras otros, aparentemente, mantienen un perfil significativamente …

Feb 8, 2025 - 16:59
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El lento despliegue de la radio digital en España

IMAGE: OpenAI's DALL·E, via ChatGPT

Me pide un lector que escriba algo sobre la adopción de la tecnología de la radio digital terrestre (DAB/DAB+) en España frente a la Unión Europea, un tema que resulta muy interesante por el hecho de ver cómo algunos países han decidido apostar con fuerza por la transición, mientras otros, aparentemente, mantienen un perfil significativamente más bajo.

En el caso de España, resulta llamativo el retraso – o directamente la inacción – en la adopción de un estándar que, en teoría, podría resultar en emisiones de más calidad, con mejor cobertura y con nuevas oportunidades tanto para emisoras como para oyentes. ¿A qué se debe ese retraso? ¿Existe alguna conspiración o «mano negra» que esté frenando este proceso de adopción tecnológica? ¿O hablamos más bien de un ejemplo de ausencia de incentivos, indefinición regulatoria y auge de otras opciones?

Básicamente, estamos ante una de esas historias de «lo que pudo ser y no fue». A finales de los ’90 y principios de los ’00, España se subió al carro de las emisiones piloto de DAB, en el mismo momento en que la radio digital empezaba a despuntar en UK, Alemania o Noruega. Sin embargo, mientras otros países marcaron marcos legales claros, coberturas progresivas y campañas de concienciación, España se quedó estancada en esas fases experimentales, fundamentalmente debido a la falta de una hoja de ruta clara por parte del Gobierno, y a la ausencia de incentivos para que las emisoras migrasen a un entorno digital.

¿El resultado? No existe un calendario oficial de apagado de la FM (frente a países como Noruega o Suiza) ni un programa sólido de apoyo a la transición tecnológica. De forma natural, en un mercado tan competitivo y repleto de emisoras consolidadas en FM, las cadenas miran con escepticismo la inversión necesaria para desplegar una nueva infraestructura cuyo retorno de la inversión no está claro.

En gran parte de Europa, el impulso hacia la digitalización de la radio vino de la mano de tres factores fundamentales: en primer lugar, muchos países comenzaron a popularizar la radio digital antes de la explosión de las plataformas online y de los podcasts, lo que logró asentar el hábito de sintonizar DAB y facilitó la evolución tecnológica antes de que los oyentes migrasen directamente al entorno IP. En segundo, y fundamental, la ausencia de políticas gubernamentales claras: Noruega se convirtió en el ejemplo paradigmático al fijar la fecha de apagado de la FM y promover una cobertura nacional robusta de DAB, y Suiza va por el mismo camino. Alemania y el Reino Unido también han dictado fuertes regulaciones y un papel protagonista de las emisoras públicas para impulsar esa adopción. Y en tercero, el esfuerzo conjunto de autoridades y emisoras: en países en los que los entes reguladores, los radiodifusores públicos (BBC, ARD, etc.) y los privados colaboran, la implantación avanza con mayor velocidad. En esos países también se han lanzado campañas de divulgación masiva para animar a la compra de receptores DAB+ tanto en automóviles como en hogares.

En España, sin embargo, el avance de la radio digital coincidió con el auge del smartphone y el streaming de audio. Ante una audiencia cada vez más familiarizada con Spotify, iVoox o YouTube Music, la propuesta de la radio digital terrestre resultó significativamente menos atractiva. Y como cada vez que en un país se producen retrasos tecnológicos relevantes, surgen especulaciones y teorías conspirativas, como que el Gobierno español boicotea el DAB para impedir la entrada de emisoras hostiles o de voces críticas. En la práctica, no parece haber evidencias ni informes que respalden una maniobra orquestada de censura, y de hecho, internet y las aplicaciones móviles han abierto la puerta a todo tipo de canales de información online sin que exista una limitación equivalente a la del espectro radioeléctrico, contra los que el gobierno actual ha levantado la voz, pero sin tomar acciones específicas.

Lo que sí parece ocurrir, más bien, es que estamos ante el mantenimiento del statu quo en la FM, un mercado muy asentado, con grandes grupos privados y emisoras públicas que ya ofrecen la cobertura y los contenidos que la mayoría de oyentes demanda. Además, existe una falta de incentivos para la inversión en DAB: al no existir planes de apagado de la FM, ¿por qué arriesgar capital en algo que no genera ingresos adicionales? Si unimos esto a una regulación ambigua en cuanto a licencias, frecuencias y al hecho de no tener un mensaje claro desde la administración, lo que se termina generando es, simplemente, incertidumbre.

Migrar a DAB no consiste solo en encender un transmisor nuevo, sino en adaptar, mantener y ampliar cobertura de forma paralela a la FM mientras no exista un plan de desconexión. Además, los españoles no parecen ver en DAB una alternativa “rompedora”: la FM funciona razonablemente bien, sufre menos cuando pasas por un túnel o un lugar con baja cobertura, y la variedad de contenidos online supera con creces lo que puede ofrecer la parrilla de la radio terrestre. El usuario medio, y especialmente el público joven, prefiere escuchar podcasts en Spotify o Apple Podcasts, sintonizar radios online o consumir contenidos bajo demanda. De modo que incluso en el ámbito de la radio, el salto se está produciendo más hacia internet que hacia la radio digital terrestre. Y por último, nadie en el espectro político ha hecho de la radio digital una bandera, ni parece haber una estrategia pública ambiciosa que empuje a las cadenas a adoptar DAB. En general, la cuestión no aparece como prioritaria ni genera debate mediático.

Más allá de teorías conspiranoicas, la realidad parece apuntar a un contexto en el que la ausencia de visión estratégica, el conformismo de un mercado bien servido por la FM y la pujanza de la radio online configuran un panorama donde el DAB se mantiene permanentemente «en modo piloto». Si a ello sumamos una regulación errática, una población que no ve el valor añadido de la radio digital terrestre y unas emisoras poco dispuestas a asumir riesgos, el resultado parece evidente.

España no parece encaminada a una adopción masiva de DAB/DAB+ en el corto plazo, y posiblemente veamos cómo, de manera paulatina, el verdadero salto se produce directamente hacia el consumo de audio a través de internet. Nadie parece estar frenando la tecnología por motivos oscuros: sencillamente, no existen las palancas de mercado ni la voluntad política para forzar o incentivar este cambio.

En un mundo donde los podcasts, la música en streaming y los altavoces inteligentes ya forman parte del día a día de millones de personas, la radio digital terrestre se presenta como una oportunidad perdida que no pasó de los planes pilotos. Más que grandes conspiraciones, la historia de la DAB en España parece resumirse en la eterna paradoja de un sector que funciona con cierta comodidad y no siente la urgencia de una disrupción… hasta que, posiblemente, sea demasiado tarde para plantearla.