Distopia neoliberal — Golf Club: Nostalgia

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Mar 10, 2025 - 16:29
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Distopia neoliberal — Golf Club: Nostalgia

Desde que hace apenas un mes el malvado hombre naranja anunciara sus planes para Gaza y sus habitantes —o los que lo eran, por absoluta desgracia— hay un pensamiento que, si antes ya lo tenía, se ha visto terriblemente reforzado: no importamos a nadie. Nuestro futuro, nuestra realidad, está en manos del dinero. Como en Golf Club: Nostalgia.

Golf Club: Nostalgia

Un club para nostálgicos

Imaginaos, por un momento, que una región de un tamaño mayor al área entre Alicante y Benidorm —o como tres veces Barcelona—, de repente se dice que va a ser la «nueva Ribera» de Oriente Próximo por actores ajenos a los habitantes de la zona. Un paraíso para ricos donde el dinero manda, donde la gente que hasta entonces ha hecho sus vidas allí donde nacieron ellos y sus familias ya no tiene lugar y donde, por qué no, colocar una cantidad ingente de avanzadillas militares para asegurarse de que dicha nueva «minoría local» —¿irónico, verdad?— no pueda volver si no es en forma de servidumbre.

Bueno, tampoco hace falta imaginarse mucho porque pasa en la mayoría de las ciudades españolas y a lo largo del globo. Al final, un proceso de gentrificación de tamaño gigantesco, un apartheid de manual y una limpieza étnica para crear un parque de atracciones para la oligarquía mundial. Vemos barrios y pueblos históricamente trabajadores desaparecer bajo el peso de esta nueva burguesía, forzados en muchos casos a abandonar allí donde se criaron para poder vivir, pero teniendo que regresar para trabajar en el sector servicio. Aunque me imagino que os preguntaréis que tiene que ver esto con los videojuegos. ¿Dónde encaja aquí Golf Club: Nostalgia?

Estatua

El final de los tiempos

Igor Simic, director creativo Golf Club: Nostalgia —originalmente Wasteland hasta que una demanda les obligó a cambiar el nombre—  tenía un objetivo claro a la hora de crear el juego: «crear un contenido digital para una generación que vivirá para presenciar el final de los tiempos». El juego muestra la apoteosis del deporte más pijo, que más recursos gasta del mundo, unido a la decadencia generada por las grandes fortunas mundiales en su afán por tener más: golf en una Tierra destrozada. Tierra con mayúscula, donde tu y yo estamos mientras yo escribo y tu lees, nada de medias tintas.

Y es que en el juego solo somos un golfista, sí, pero vestido de astronauta con un jet pack que ha venido al resort más grande del mundo en lo que queda de la tierra. Jugamos en las ruinas de la humanidad demostrando un ejercicio de banalidad mientras acertamos en el hoyo ubicado en, por ejemplo, unos grandes almacenes, las alcantarillas o la cima de la Estatua de la Libertad. Al final, ¿qué son las grandes construcciones humanas, nuestros hitos, sino una atracción turística más? Y como atracción turística, ¿por qué no aprovecharlas? La mercantilización de la cultura y el turismo es una realidad, esto no es más que su epítome en la decadencia.

Bitcoin

La realidad supera la ficción

Siento rabia. Una rabia pura y visceral jugando a este juego. Y no por el título en sí, muy bien llevado, entretenido y muy interesante en su mensaje. Siento rabia porque podría ser una distopía hasta que la realidad supera la ficción. Porque el juego, además de mostrarnos la Tierra como un campo de recreo para los nuevos «marcianos», también se encarga de recordarnos «el pasado» a través de la emisora de radio que llevaremos constantemente a nuestro lado mientras completamos hoyo tras hoyo: Radio Nostalgia.

Relatos sobre cómo era la vida en antiguo planeta azul, retazos de un pasado extinto que solo existe en la memoria de aquellos que aún estaban ahí. Hay que establecer aquí una diferencia entre recordar y echar de menos un pasado mejor —nuestra infancia, nuestro barrio, nuestro planeta— y rememorar un pasado glorioso —personas que en un mundo cambiante que se agarran dicho pasado mitificado para construirse una identidad y, con ella, una certeza—. Recordar la vida en la Tierra, una que se ha perdido por decisiones corporativistas —pese a tener años, las pullas a Musk y Bezos son importantes— y guerras que al ciudadano de a pie no incumben —imperialismo y neocapitalismo unido—, es algo que, nos duela o no, va a pasar.

Torre Eiffel

Un juego que me ha tocado personalmente

No estoy siendo negativo, lo juro. Es el ciclo de la civilización en gran parte y ninguna civilización es lo suficientemente grande para no caer. La cuestión es cómo responder a esta situación y el mundo actual va abocado al desastre. Una militarización exagerada, caer en un tablero de juego imperialista que parece más una partida de Risk que la realidad que vivimos la gente de a pie. Creo que por eso la decisión final de nuestro protagonista anónimo, al ver el estado en que está todo, la comprendo perfectamente. Si jugáis al juego ya lo veréis.

Golf Club: Nostalgia, además, deja un tímido mensaje positivo al final. No es mi caso, lo siento. No veo solución a nada de esto. Hemos perdido la voluntad de luchar, estamos tan saturados como conjunto que somos incapaces de movernos. El mensaje neocapitalista donde «somos responsables de nuestra propia situación» ha calado tan hondo en la cultura global —y los videojuegos son un gran ejemplo de ello, pero no voy a entrar al tema aquí, pero referiré el trabajo interesantísimo de Crawford y Muriel que hace un par de años se editó en español y del que Almudena Anés habló hace un año— que me genera ansiedad pensar en lo que está pasando en nuestro planeta. Odio la nostalgia, pero en este caso, solo puedo pensar en ella y envidiar a mis padres por haber vivido justo en el momento en que vivieron. Mientras tanto, ese destrozo, ese gran nuevo «campo de golf» se está planeando cerca de nosotros, en Gaza. Ya es una realidad.

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