Apple y Alibaba: ¿cómo quitarse posibles problemas… o algo más?
Hay movimientos en la industria tecnológica que, aunque aparentemente sean sólo un detalle en la hoja de ruta de un gigante, pueden tener implicaciones enormes para el futuro de toda una categoría. La decisión de Apple de integrar Qwen, el modelo de inteligencia artificial generativa de Alibaba, en los iPhones vendidos en China es uno …

Hay movimientos en la industria tecnológica que, aunque aparentemente sean sólo un detalle en la hoja de ruta de un gigante, pueden tener implicaciones enormes para el futuro de toda una categoría. La decisión de Apple de integrar Qwen, el modelo de inteligencia artificial generativa de Alibaba, en los iPhones vendidos en China es uno de esos movimientos. Y no es precisamente menor.
Apple no da puntada sin hilo: la compañía californiana lleva años adaptándose a la compleja y muchas veces opaca regulación china. Sin embargo, dar el paso de añadir un algoritmo de inteligencia artificial de Alibaba en sus terminales marca un antes y un después, no sólo a nivel tecnológico, sino también geopolítico y cultural. Apple se encuentra en la disyuntiva de mantenerse relevante (y tolerado) en el mayor mercado de smartphones del planeta, y para ello no puede ni quiere dejar pasar el tren de la inteligencia artificial. Su relación con Alibaba para integrar Qwen parece la respuesta más pragmática que podía dar a corto y medio plazo, y además, la compañía china está, como dice Joseph Tsai, encantada con ello:
«Hablaron con varias empresas en China y al final decidieron hacer negocios con nosotros. Quieren utilizar nuestra inteligencia artificial para sus teléfonos. Nos sentimos sumamente honrados de hacer negocios con una gran empresa como Apple».
La primera cuestión es básica y evidente: no olvidemos que hablamos del mayor mercado de smartphones del mundo. ¿Qué está en juego? Pues básicamente, aparte del ingente volumen de ventas, se trata de conformar la percepción de millones de usuarios chinos sobre lo que puede hacer la inteligencia artificial. Y en este punto, Apple, obviamente, quiere permanecer en el juego sin despertar la ira de las autoridades locales. OpenAI y sus productos, como ChatGPT, están sometidos a un bloqueo prácticamente total en China, a pesar del ruido que generan. Si Apple pretendiese servir ChatGPT o alguna solución occidental semejante dentro del mercado chino, chocaría frontalmente con una muralla normativa y regulatoria que pondría en jaque la continuidad del servicio, así que, como suele hacer en este país, Apple apuesta por una solución local y, en teoría, «apta» para los estándares y particularidades del entorno. Y de hecho, sigue colaborando con otra compañía china importante, Baidu.
Las ventajas de esta colaboración son claras: por un lado, un cumplimiento normativo fundamental. Alibaba, que también se encuentra sometida a un microscopio regulatorio, tiene sobrada experiencia para ajustar su modelo a las directrices de contenidos, censura y privacidad en China. Pero por otro, asegurar una afinidad cultural y lingüística: Qwen, al ser un modelo creado y entrenado en Alibaba, está diseñado para desenvolverse perfectamente en el idioma y en sus matices culturales. Eso supone, además, un buen gancho comercial, que permite a Apple diferenciar sus iPhones con un elemento genuinamente local. Ser «tan chino» o «más chino» que sus competidores puede convertirse en un gran argumento de venta.
Asociarse con Alibaba conlleva que Apple, que siempre ha intentado mantener sus cartas lo más controladas posible sobre todo por su posiciones extremas con respecto a la privacidad y a la experiencia de usuario, se alía con una empresa tremendamente expuesta a los vaivenes de la política china, lo que implica caminar en una cuerda floja: basta que cambien las directrices gubernamentales o que las demandas de información se conviertan en excesivas, para que el proyecto se tambalee.
El gran caballo de batalla de Apple en casi todas sus campañas publicitarias ha sido la privacidad. Al aliarse con un socio chino, las suspicacias son inevitables: ¿qué pasa con los datos de entrenamiento y el historial de uso? ¿Se conservarán en servidores locales bajo control de Alibaba? ¿Habrá puerta trasera para las autoridades? Apple suele ser hermética en estos temas, pero la experiencia nos dice que, cuando de operar en China se trata, siempre hay cesiones que se hacen sí o sí. Y la más afectada suele ser la famosa privacidad del usuario.
Además, tiene un posible coste de integración, ya sea en forma de licencias, de acceso a la infraestructura de nube de Alibaba o incluso acuerdos de reparto de ingresos, Apple deberá renegociar constantemente su posición, aunque lo más posible es que Alibaba opte por un acuerdo similar al que OpenAI tomó en su momento con respecto a Apple y no decida no cobrar para incrementar su exposición y popularidad, aunque con respecto a los datos, la cosa pueda, lógicamente, generar más dudas. Si efectivamente no hay intercambio de dinero entre Apple y Alibaba, estaremos hablando de que Apple no tiene que dispararse en el pie con subidas de precio en un mercado chino hipercompetitivo y con una competencia feroz de fabricantes locales.
Por otro lado, esto con llevaría una desigualdad en el ecosistema: los usuarios chinos tendrían un modelo de inteligencia artificial distinto al del resto del mundo, lo que además de representar un doble esfuerzo de complejidad y mantenimiento técnico, puede generar brechas de funcionalidades entre unos iPhones y otros. Pero en el fondo, que Apple recurra a un gigante como Alibaba para dar vida a la inteligencia artificial generativa en sus terminales en China parece un movimiento absolutamente lógico, porque asegura la viabilidad del producto en un terreno cada vez más hostil para las compañías tecnológicas extranjeras, reconoce la pujanza de una compañía china, y se sube a la ola de la inteligencia artificial local con un socio líder de mercado, que el pasado enero lanzó una versión 2.5 de Qwen que, aparentemente, es más potente que la aclamada Deepseek
Aun así, no deja de crear un escenario paradójico: tendremos, cada vez con más claridad, dos iPhones distintos, al menos en cuanto a lo que a inteligencia artificial se refiere: el de Occidente (con su propia estrategia, posiblemente con un AppleGPT o con otros servicios), y el de Oriente, apalancado en Qwen. Y veremos si no nos encontramos también con una decisión de hacer lo mismo en Europa, en donde el despliegue de su inteligencia artificial no tendrá lugar hasta abril de este año, y lanzar una versión con, por ejemplo, Mistral, que es especialmente brillante funcionando con modelos pequeños en local y, seguramente, estaría absolutamente entusiasmada en caso de ser tocada por la varita mágica de Cupertino. Jugar con varios socios puede ser complejo, pero también potencialmente muy interesante, sobre todo en aspectos como la regulación.
¿Cómo afectará esto a la coherencia general de la plataforma Apple? ¿Cuánto tardará en difundirse la idea de que hay iPhones «de primera» y «de segunda» según su mercado? Pero sobre todo… ¿cuál de las plataformas terminará ofreciendo mejores prestaciones a los ojos de Apple y de sus usuarios? ¿Cuál terminará siendo «la de primera» y cuál «la de segunda»? Y si los acuerdos con OpenAI cambian y la compañía empieza a demandar más recursos, ¿en qué situación deja a Apple, con varias plataformas ya integradas, algunas de ellas de código abierto y otras no?