La mensajería instantánea es política: pásate a Signal
El reciente escándalo en Estados Unidos, en el que miembros de la administración Trump utilizaron Signal para coordinar comunicaciones sensibles sobre bombardeos en Yemen con funcionarios federales, subraya una paradoja interesante: los gobiernos desconfían de las plataformas cifradas, pero terminan usándolas (mal, en este caso) cuando realmente pretenden obtener privacidad. Signal fue adoptado por miembros …

El reciente escándalo en Estados Unidos, en el que miembros de la administración Trump utilizaron Signal para coordinar comunicaciones sensibles sobre bombardeos en Yemen con funcionarios federales, subraya una paradoja interesante: los gobiernos desconfían de las plataformas cifradas, pero terminan usándolas (mal, en este caso) cuando realmente pretenden obtener privacidad.
Signal fue adoptado por miembros de la administración para comunicarse con trabajadores federales en una red paralela, al margen de los canales oficiales. Y como si fuera un guión de una soap opera, Jeffrey Goldberg revela en The Atlantic cómo un miembro del equipo de Donald Trump lo incluyó en un grupo que contenía planes confidenciales. El mismo imbécil que en 2015 decía que había que encerrar a Hillary Clinton por haber usado una cuenta de Gmail, ahora se dedica a meter a periodistas en sus conversaciones sobre bombardeos en Yemen. Decididamente, karma is a bitch…
Lo que esto demuestra no es solo el caos operativo de un gobierno de opereta, sino la elección tecnológica que hicieron: Signal. No WhatsApp. No Telegram. No iMessage. Signal. La aplicación que ni siquiera almacena metadatos, la que fue recomendada por la Comisión Europea a su personal en 2020 precisamente por su compromiso radical con la privacidad. Mientras WhatsApp, propiedad de Meta, insiste en vender su cifrado, tomado precisamente de Signal, como un escudo infranqueable, Meredith Whittaker, presidenta de Signal, es clara: el problema no es el cifrado, son los metadatos. Meta sabe quién habla con quién, cuándo, desde dónde y con qué frecuencia, y eso es oro puro para la vigilancia corporativa y estatal. Signal, por diseño, no puede acceder ni compartir esa información, porque simplemente no la almacena.
Moxie Marlinspike, fundador de Signal, ha recordado el diseño fundacional de la aplicación: construir un sistema en el que ni siquiera ellos pudieran ver lo que los usuarios están diciendo. Esa filosofía no ha cambiado, y ha sido puesta a prueba repetidamente. Cuando el Reino Unido propuso leyes para debilitar el cifrado punto a punto, Signal fue tajante: antes cerrarían que comprometer la seguridad de los usuarios.
En contraste, WhatsApp ha mostrado una preocupante flexibilidad cuando se trata de colaboraciones con gobiernos o cambios en sus políticas de privacidad. Tras la desastrosa actualización de 2021 que obligaba a los usuarios a aceptar el intercambio de datos con Facebook, millones migraron a Signal y Telegram. Sin embargo, el efecto red juega su baza: la mayor preocupación de los usuarios de WhatsApp es perder su historial de conversaciones y sus contactos, a los que tienen que convencer para que se pasen también a Signal. Si necesitas consejos para no perder información a la hora de cambiarte, ha habido ya varios artículos al respecto. Y sobre tu amigos… ya llegarán, no te preocupes… siempre es bueno ser visto como más avanzado.
La reciente filtración accidental de supuestos planes militares hacia los hutíes del Yemen a través de un canal de Signal ilustra otro punto clave: la tecnología puede ser impecable, pero los humanos seguirán siendo el eslabón débil, particularmente si son una panda de inútiles y descerebrados como la actual administración Trump que pone a un imbécil antivacunas como responsable de Sanidad. No, el problema no fue un fallo de Signal, sino un vulgar error humano. De hecho, que una herramienta tan robusta haya sido elegida para comunicaciones de alto nivel es un aval, no un problema.
En un mundo cada vez más vigilado, donde gobiernos y corporaciones se disputan cada bit de información sobre nuestras vidas, elegir cómo nos comunicamos es una forma de resistencia. Con Donald Trump en la Casa Blanca y Mark Zuckerberg convertido en un sicofante dispuesto a hacer lo que él le pida, salir de WhatsApp es la mejor de las ideas. No olvides que WhatsApp pertenece a una compañía cuya única razón de ser es espiarte de la mejor manera posible para vender tus datos a terceros o a quien más le pague por ellos, y que no dudará en construir las puertas traseras que hagan falta si Donald Trump se lo pide. Y de hecho, en mercados avanzados y con conciencia de privacidad como los Países Bajos, Signal es ahora mismo la app más descargada.
Signal no es solo una aplicación de mensajería: es una declaración política, una arquitectura pensada para blindar la privacidad individual incluso frente a sus propios creadores. Ya lo decía The New Yorker en 2020: «reclamar nuestra privacidad es un acto político». Hoy, más que nunca, es hora de actuar en consecuencia.
Instala Signal, elimina WhatsApp, y recupérate a ti mismo.