Ha llegado la época del año en Japón donde todos llevan mascarilla. La culpa es de la Segunda Guerra Mundial
Es una de las grandes paradojas en Japón. También una de esas imágenes de postal de la nación. Cuando llega la primavera, un colorido velo de flores vibrantes y fragancias embriagadoras cubre todo el país, la naturaleza se revela hermosa, pero bajo esa capa armoniosa se ejecuta y despliega una estrategia de lo más despiadada para los humanos. Casi al unísono, millones de personas comienzan con estornudos incontrolables, ojos irritados y baja productividad. Hoy, la crisis estacional ha pasado a ser un problema social, y todo por culpa de una guerra. Un enemigo invisible. Contaba en 2023 el entonces primer ministro japonés Fumio Kishida que la denominada como la fiebre del heno, o kafunshō (literalmente, "enfermedad del polen"), era, de facto, una emergencia nacional que exigía una respuesta inmediata. Con niveles de polen en Tokio alcanzando cifras récord en la última década, Kishida catalogó la crisis como una prioridad gubernamental, anunciando un plan que no dejaba margen para la diplomacia con el enemigo: los árboles. Con un 42,5% de la población afectada y un impacto económico estimado en 2.200 millones de dólares anuales, el problema había alcanzado una escala nacional que obligaba al gobierno a considerarlo una cuestión de política pública. En Xataka Móvil Quien tiene un puerto USB libre en su tele tiene un tesoro: cinco funciones poco conocidas pero que para mí son esenciales El origen de todo: la guerra (y el hombre). A diferencia de otros países donde la fiebre del heno es una condición molesta pero manejable, en Japón su impacto se debe a una decisión política histórica. Durante la Segunda Guerra Mundial, Japón sufrió una devastación sin precedentes. Los bombardeos incendiarios de los Aliados destruyeron gran parte de las ciudades construidas en madera, generando una crisis de materiales de construcción en el país. Tras el fin de la contienda, el gobierno promovió la reforestación masiva con cedros y cipreses para impulsar la industria maderera nacional. Tenía lógica: son especies autóctonas de crecimiento rápido y con troncos rectos ideales para la producción de madera. Sin embargo, con el tiempo, la demanda de madera disminuyó debido a la importación de madera barata del extranjero y estos bosques fueron abandonados a su suerte, vastas extensiones de bosques de monocultivo abandonados convirtiéndose en gigantescas fábricas de polen. Hoy. En la actualidad, más del 40% de los bosques japoneses están dominados por estas especies altamente alergénicas, lo que ha provocado que incluso personas sin antecedentes alérgicos desarrollen síntomas tras pocos años de residencia en el país. La situación es tan grave que algunas empresas han comenzado a ofrecer subsidios para tratamientos médicos y productos antialérgicos a sus empleados, dado que la fiebre del heno reduce la productividad de un tercio de la población. En Xataka Bill Gates y otros grandes multimillonarios se están sumando a una tendencia: no dejarlo todo en herencia a sus hijos El contraataque de Japón. La respuesta del gobierno japonés ha sido radical: en 2023 mandó erradicar los árboles responsables del polen. En una campaña inédita, el país comenzó un plan masivo de tala y reemplazo forestal, sustituyendo los cedros y cipreses actuales por especies que producen menos polen. Aunque el proceso llevará años, el objetivo es claro: debilitar la producción de polen y aliviar la carga sobre los millones de japoneses afectados cada año. Una temporada de alergias más intensa (y temprana). Contaba este fin de semana el medio Japan Times que Japón enfrenta este año una de las temporadas de kafunshō más severas de su historia, con niveles de polen que podrían duplicarse en algunas regiones en comparación con el año anterior. La detección temprana del polen de cedro en Tokio, registrada el 8 de enero, marcó el inicio de ese periodo particularmente desafiante para millones de personas que sufren de síntomas como estornudos, congestión, ojos irritados, conjuntivitis, fatiga y problemas en la piel. Ante semejante panorama, la necesidad de medidas de protección ha impulsado una transformación en la industria de productos contra la alergia, fusionando funcionalidad con estética. Una sociedad adaptada a la guerra estacional. Mientras el gobierno avanza con su plan de deforestación selectiva, la población ha desarrollado su propia defensa contra la plaga de polen. En Japón, la fiebre del heno ha generado una economía entera de productos especializados que van desde mascarillas ergonómicas con filtro antipolen hasta gafas protectoras, sprays repelentes y purificadores de aire personales. Marcas líderes han desarrollado soluciones cada vez más avanzadas. Shiseido, por ejemplo, ha perfeccionado el spray antipolen Ihada Aller Screen EX, que crea un escudo invisible en la piel pa

Es una de las grandes paradojas en Japón. También una de esas imágenes de postal de la nación. Cuando llega la primavera, un colorido velo de flores vibrantes y fragancias embriagadoras cubre todo el país, la naturaleza se revela hermosa, pero bajo esa capa armoniosa se ejecuta y despliega una estrategia de lo más despiadada para los humanos. Casi al unísono, millones de personas comienzan con estornudos incontrolables, ojos irritados y baja productividad. Hoy, la crisis estacional ha pasado a ser un problema social, y todo por culpa de una guerra.
Un enemigo invisible. Contaba en 2023 el entonces primer ministro japonés Fumio Kishida que la denominada como la fiebre del heno, o kafunshō (literalmente, "enfermedad del polen"), era, de facto, una emergencia nacional que exigía una respuesta inmediata. Con niveles de polen en Tokio alcanzando cifras récord en la última década, Kishida catalogó la crisis como una prioridad gubernamental, anunciando un plan que no dejaba margen para la diplomacia con el enemigo: los árboles.
Con un 42,5% de la población afectada y un impacto económico estimado en 2.200 millones de dólares anuales, el problema había alcanzado una escala nacional que obligaba al gobierno a considerarlo una cuestión de política pública.
El origen de todo: la guerra (y el hombre). A diferencia de otros países donde la fiebre del heno es una condición molesta pero manejable, en Japón su impacto se debe a una decisión política histórica. Durante la Segunda Guerra Mundial, Japón sufrió una devastación sin precedentes. Los bombardeos incendiarios de los Aliados destruyeron gran parte de las ciudades construidas en madera, generando una crisis de materiales de construcción en el país.
Tras el fin de la contienda, el gobierno promovió la reforestación masiva con cedros y cipreses para impulsar la industria maderera nacional. Tenía lógica: son especies autóctonas de crecimiento rápido y con troncos rectos ideales para la producción de madera. Sin embargo, con el tiempo, la demanda de madera disminuyó debido a la importación de madera barata del extranjero y estos bosques fueron abandonados a su suerte, vastas extensiones de bosques de monocultivo abandonados convirtiéndose en gigantescas fábricas de polen.
Hoy. En la actualidad, más del 40% de los bosques japoneses están dominados por estas especies altamente alergénicas, lo que ha provocado que incluso personas sin antecedentes alérgicos desarrollen síntomas tras pocos años de residencia en el país. La situación es tan grave que algunas empresas han comenzado a ofrecer subsidios para tratamientos médicos y productos antialérgicos a sus empleados, dado que la fiebre del heno reduce la productividad de un tercio de la población.
El contraataque de Japón. La respuesta del gobierno japonés ha sido radical: en 2023 mandó erradicar los árboles responsables del polen. En una campaña inédita, el país comenzó un plan masivo de tala y reemplazo forestal, sustituyendo los cedros y cipreses actuales por especies que producen menos polen. Aunque el proceso llevará años, el objetivo es claro: debilitar la producción de polen y aliviar la carga sobre los millones de japoneses afectados cada año.
Una temporada de alergias más intensa (y temprana). Contaba este fin de semana el medio Japan Times que Japón enfrenta este año una de las temporadas de kafunshō más severas de su historia, con niveles de polen que podrían duplicarse en algunas regiones en comparación con el año anterior. La detección temprana del polen de cedro en Tokio, registrada el 8 de enero, marcó el inicio de ese periodo particularmente desafiante para millones de personas que sufren de síntomas como estornudos, congestión, ojos irritados, conjuntivitis, fatiga y problemas en la piel.
Ante semejante panorama, la necesidad de medidas de protección ha impulsado una transformación en la industria de productos contra la alergia, fusionando funcionalidad con estética.

Una sociedad adaptada a la guerra estacional. Mientras el gobierno avanza con su plan de deforestación selectiva, la población ha desarrollado su propia defensa contra la plaga de polen. En Japón, la fiebre del heno ha generado una economía entera de productos especializados que van desde mascarillas ergonómicas con filtro antipolen hasta gafas protectoras, sprays repelentes y purificadores de aire personales.
Marcas líderes han desarrollado soluciones cada vez más avanzadas. Shiseido, por ejemplo, ha perfeccionado el spray antipolen Ihada Aller Screen EX, que crea un escudo invisible en la piel para evitar la adhesión de partículas alergénicas. FumaKilla Allergy Shut Virus, por su parte, no solo bloquea el polen, sino también la arena amarilla transportada desde los desiertos de China y Mongolia.
Otro nivel. Las empresas han llevado la lucha contra la fiebre del heno a otro nivel, incorporando tecnología de vanguardia para minimizar los efectos de la alergia en la vida cotidiana. Esto ha dado lugar a la integración de mascarillas diseñadas no solo para la filtración de polen, sino también para realzar la estética facial y proteger la piel del daño ambiental.
Las mascarillas, omnipresentes en la sociedad japonesa incluso antes de la pandemia, han evolucionado de simples barreras filtrantes a productos que incorporan beneficios adicionales. Antes de 2020, las opciones eran limitadas a modelos quirúrgicos blancos sin mayor atractivo visual. Hoy la demanda ha impulsado la diversificación del mercado, permitiendo que las mascarillas se alineen con estándares de belleza y cuidado de la piel.
El papel de la estética. Como decíamos, los nuevos diseños de mascarillas no solo se enfocan en la protección, sino también en la estética, reflejando los ideales japoneses de belleza, donde una mandíbula bien definida y una nariz estilizada son rasgos deseables. Las marcas han respondido creando mascarillas con cortes angulados, refuerzos en el puente nasal y pliegues estratégicos que realzan las facciones del usuario.
Una tendencia que ha sido bien recibida por consumidores como Hana Sato, quien reconoce que los modelos actuales, además de ofrecer mejor filtración, “son más atractivos y moldean mejor el rostro”. La funcionalidad y la apariencia ahora van de la mano en la lucha contra la fiebre del heno.
El principio de una nueva era. La fiebre del heno ha sido, durante mucho tiempo, una trampa cruel de la naturaleza, una emboscada disfrazada de primavera. Pero Japón parece estar levantándose contra ese enemigo invisible con una estrategia sin precedentes: eliminando el problema de raíz, literalmente. Si la ofensiva del gobierno logra reducir significativamente los niveles de polen, la nación se convertirá en el primer país en ganar la guerra contra la fiebre del heno, estableciendo un modelo para otras naciones afectadas.
Mientras tanto, la fiebre del heno ha dejado de ser simplemente una molestia estacional para convertirse en un fenómeno que ha impulsado la innovación en la industria de la belleza y el bienestar. La evolución de las mascarillas, los sprays y las rutinas de cuidado de la piel reflejan esa creciente integración entre salud y estética, permitiendo que los afectados por el kafunshō no solo se protejan, sino que también mantengan su estilo y confianza en medio de una de las temporadas más intensas de alergias registradas hasta la fecha.
Imagen | FollowYour Nose, Trey Ratcliff
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La noticia
Ha llegado la época del año en Japón donde todos llevan mascarilla. La culpa es de la Segunda Guerra Mundial
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
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