Nadie en el mundo sabe qué demonios hacer con los móviles en las aulas. Ni siquiera la investigación científica

Imagina a dos alumnos de un nivel parecido haciendo exactamente la misma prueba de atención y memoria. Imagina, de hecho, que solo hay una diferencia entre ellos: uno tiene el móvil a la vista. Está en silencio, en una esquina de la mesa, con el sonido apagado; pero está a la vista. El otro alumno, antes de que empezar la prueba, lo había dejado en la habitación contigua. Te pediría que imaginaras quién de ellos sacaría mejores resultados, pero no tiene demasiado sentido. Ya lo imaginó un equipo de la Universidad de Chicago y lo estudió con detalle. No hay nada sorprendente en este experimento mental, los resultados coinciden con nuestros prejuicios: el alumno que ve el móvil obtendrá peores resultados. Es algo, además que conecta directamente con nuestra experiencia real, con nuestro FOMO, con nuestra "dependencia" al móvil. ¿Cómo no vamos a preocuparnos por el daño que hacen estas tecnologías en las aulas? ¿Cómo no va a convertirse el smartphone en un problema educativo de primer orden? En Xataka Por qué ser adolescente siempre ha sido una mierda y en la era de las redes sociales más Y ese es, precisamente, el problema: que si nos quedamos en la superficie del problema, en el debate social y político, encontramos un espectacular consenso político (con varias comunidades autónomas prohibiéndolos a bombo y platillo); pero si profundizamos en el fondo científico, empiezan los problemas. La vida no se resume en un experimento de la Universidad de Chicago. Así que, nos hemos preguntado ¿Qué pasa realmente en una escuela cuando prohibimos los móviles? ¿Qué experiencias han tenido otros países y colegios que ya tomaron medidas? ¿Por qué no hay consenso claro sobre qué hacer? ¿Qué dice la experiencia? verkeorg Las escenas son casi un cliché: chavales mirando el móvil debajo del pupitre, notificaciones que interrumpen las clases, chats paralelos comentando lo que ocurre en el aula, bullying, mensajes anónimos, familias preocupadas, estudiantes desconcentrados... Con todo esto en mente, no es de extrañar que decenas de expertos, activistas y padres adviertan de las consecuencias negativas para el aprendizaje asociadas al uso del móvil. De hecho, con todo esto en mente, no es extraño que muchos países hayan empezado a tomar cartas en el asunto: uno de cada cuatro países tiene regulado el uso de móviles en la escuela. La lista es larguísima. Si solo nos centramos en los de nuestro entorno geográfico, cultural o de desarrollo: lo han hecho lugares como Francia, Italia, Luxemburgo, Portugal, Canadá o Australia. En Xataka La contrarrevolución digital llega a las aulas: siete CCAA dan marcha atrás con las pantallas y marcan un cambio de tendencia El primer país en hacerlo, de hecho, fue Italia. A finales 2006 y principios de 2007, varios incidentes impactaron de lleno en la opinión pública del país: desde un grupo de alumnos que se grabaron haciendo bulling a otro alumno con discapacidad a otro en el que varios alumnos se grababan acosando sexualmente a una profesora. Eso llevó al gobierno a prohibir el móvil en clase. Lamentablemente, su implementación fue compleja y no hay muchos datos sobre su impacto. Lo que sí sabemos es que en 2022 el Ministerio de Educación volvió a anunciar su prohibición, recodando que (aunque nadie le hiciera caso) la medida llevaba en vigor 15 años. También sabemos que para entonces, muchos más páises habían regulado el asunto. Francia aprobó su prohibición en 2018. En una situación similar están Luxemburgo, Portugal y Suecia. Además de Baviera, el cantón suizo de Vaud, Ontario, varios estados de Australia y decenas de distritos escolares en Estados Unidos han hecho lo propio. En 2023, Holanda y Reino Unido dijeron que también implentaría prohibiciones a partir del año siguiente. ¿Cómo lo han hecho? Como veremos, esta es la pregunta central. En primer lugar porque, como señalaba María del Mar Sánchez, profesora de Tecnología Educativa de la Universidad de Murcia, ninguna de esas regulaciones ha conseguido homogeneizar la situación. Si nos acercamos a lo que realmente ocurre en las escuelas, "encontraremos gran diversidad". "Hay centros que ni siquiera han iniciado su proceso de digitalización, centros que han hecho disparates y centros que trabajan bien, así que dejemos de culpar a la herramienta y empecemos a ver lo que se ha hecho bien y lo que no", dice Sánchez. En Xataka Hay padres en contra de prohibir el uso del móvil en los colegios. Y la ciencia les da la razón Y esto dificulta aplicar, medir y estudiar las consecuencias. El mejor ejemplo de esto es Noruega. En 2024, un informe expuso que la prohibición de móviles en las clases había conseguido una reducción del 60% de consultas por síntomas psicológicos

Abr 18, 2025 - 18:48
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Nadie en el mundo sabe qué demonios hacer con los móviles en las aulas. Ni siquiera la investigación científica

Nadie en el mundo sabe qué demonios hacer con los móviles en las aulas. Ni siquiera la investigación científica

Imagina a dos alumnos de un nivel parecido haciendo exactamente la misma prueba de atención y memoria. Imagina, de hecho, que solo hay una diferencia entre ellos: uno tiene el móvil a la vista. Está en silencio, en una esquina de la mesa, con el sonido apagado; pero está a la vista. El otro alumno, antes de que empezar la prueba, lo había dejado en la habitación contigua.

Te pediría que imaginaras quién de ellos sacaría mejores resultados, pero no tiene demasiado sentido. Ya lo imaginó un equipo de la Universidad de Chicago y lo estudió con detalle. No hay nada sorprendente en este experimento mental, los resultados coinciden con nuestros prejuicios: el alumno que ve el móvil obtendrá peores resultados.

Es algo, además que conecta directamente con nuestra experiencia real, con nuestro FOMO, con nuestra "dependencia" al móvil. ¿Cómo no vamos a preocuparnos por el daño que hacen estas tecnologías en las aulas? ¿Cómo no va a convertirse el smartphone en un problema educativo de primer orden?

Y ese es, precisamente, el problema: que si nos quedamos en la superficie del problema, en el debate social y político, encontramos un espectacular consenso político (con varias comunidades autónomas prohibiéndolos a bombo y platillo); pero si profundizamos en el fondo científico, empiezan los problemas. La vida no se resume en un experimento de la Universidad de Chicago.

Así que, nos hemos preguntado ¿Qué pasa realmente en una escuela cuando prohibimos los móviles? ¿Qué experiencias han tenido otros países y colegios que ya tomaron medidas? ¿Por qué no hay consenso claro sobre qué hacer?

¿Qué dice la experiencia?

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Las escenas son casi un cliché: chavales mirando el móvil debajo del pupitre, notificaciones que interrumpen las clases, chats paralelos comentando lo que ocurre en el aula, bullying, mensajes anónimos, familias preocupadas, estudiantes desconcentrados... Con todo esto en mente, no es de extrañar que decenas de expertos, activistas y padres adviertan de las consecuencias negativas para el aprendizaje asociadas al uso del móvil.

De hecho, con todo esto en mente, no es extraño que muchos países hayan empezado a tomar cartas en el asunto: uno de cada cuatro países tiene regulado el uso de móviles en la escuela. La lista es larguísima. Si solo nos centramos en los de nuestro entorno geográfico, cultural o de desarrollo: lo han hecho lugares como Francia, Italia, Luxemburgo, Portugal, Canadá o Australia.

El primer país en hacerlo, de hecho, fue Italia. A finales 2006 y principios de 2007, varios incidentes impactaron de lleno en la opinión pública del país: desde un grupo de alumnos que se grabaron haciendo bulling a otro alumno con discapacidad a otro en el que varios alumnos se grababan acosando sexualmente a una profesora. Eso llevó al gobierno a prohibir el móvil en clase.

Lamentablemente, su implementación fue compleja y no hay muchos datos sobre su impacto. Lo que sí sabemos es que en 2022 el Ministerio de Educación volvió a anunciar su prohibición, recodando que (aunque nadie le hiciera caso) la medida llevaba en vigor 15 años.

También sabemos que para entonces, muchos más páises habían regulado el asunto. Francia aprobó su prohibición en 2018. En una situación similar están Luxemburgo, Portugal y Suecia. Además de Baviera, el cantón suizo de Vaud, Ontario, varios estados de Australia y decenas de distritos escolares en Estados Unidos han hecho lo propio. En 2023, Holanda y Reino Unido dijeron que también implentaría prohibiciones a partir del año siguiente.

¿Cómo lo han hecho?

Como veremos, esta es la pregunta central. En primer lugar porque, como señalaba María del Mar Sánchez, profesora de Tecnología Educativa de la Universidad de Murcia, ninguna de esas regulaciones ha conseguido homogeneizar la situación. Si nos acercamos a lo que realmente ocurre en las escuelas, "encontraremos gran diversidad". "Hay centros que ni siquiera han iniciado su proceso de digitalización, centros que han hecho disparates y centros que trabajan bien, así que dejemos de culpar a la herramienta y empecemos a ver lo que se ha hecho bien y lo que no", dice Sánchez.

Y esto dificulta aplicar, medir y estudiar las consecuencias. El mejor ejemplo de esto es Noruega. En 2024, un informe expuso que la prohibición de móviles en las clases había conseguido una reducción del 60% de consultas por síntomas psicológicos en adolescentes, la disminución de casos de bulling y una mejora significativa en los resultados académicos de las chicas. Además, los efectos que muestra son mucho más intensos en la población de bajos recursos.

Lo curioso, no obstante, es que Noruega no estaba haciendo nada a nivel nacional con los móviles. Con lo que sí estaba haciendo algo era con el acoso escolar. Justo coincidiendo con el periodo estudiado, el país nórdico tenía en marcha una serie de cambios para reducir el bulling. El resultado es que, a poco que seamos realistas, tendremos que reconocer que la confusión es enorme.

¿Y es España?

Al tratarse de una competencia autonómica, hasta hace poco cada comunidad autónoma y cada centro educativo ha decidido por su cuenta. Según parece, Galicia fue pionera: en 2015 publicó un decreto prohibiendo los teléfonos en clase y, a finales de 2023, dio un paso más vetándolos también durante el recreo, comedor y entradas o salidas del centro​.

Detrás de ella (y en los últimos años) casi todas las comunidades han ido detrás. Pero, de nuevo, "una cosa es el anuncio político y el titular y otra la realidad de que llega a los centros". Hasta el punto que mientras se reformaban decretos autonómicoss para dar cabida a enfoques disciplinarios más duros, en otras se introducían proyectos pilotos para usar móviles como herramientas didácticas.

En resumen, España ha sido uno más. Eso sí, es importante notar, no obstante, que como nos explicaba Jose César Perales, catedrático de la Universidad de Granada, en la práctica "la prohibición de los móviles para uso no educativo en horario lectivo ya era lo habitual en la mayoría de los centros". Es decir, el cambio más importante en los últimos años es que esa prohibición se está haciendo de forma generalizada.

En opinión de expertas como Laura Cano, forma parte de una respuesta política al 'estado de opinión' sobre el impacto de la tecnología más que a una voluntad clara de intervenir educativamente en la enorme lista de problemas que tiene la juventud contemporánea.

¿Qué dice la ciencia sobre todo esto?

Hablemos del rendimiento académico

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En 2023, la UNESCO publicó un informe en el que, sin ambages, defendía que los teléfonos inteligentes se había convertido en "la mayor fuentes de distracción de los estudiantes". Sin embargo, cuando se trata de medir el impacto en el rendimiento escolar, los hallazgos científicos son menos concluyentes.

Por supuesto, hay muchas investigaciones que sugieren que prohibir el móvil en el aula puede mejorar los resultados académicos. Una investigación citada con mucha frecuencia, realizado en escuelas del Reino Unido, concluyó que este tipo de prohibiciones son medidas "baratas y efectivas" para mejorar el desempeño del alumnado​.

De hecho, los investigadores británicos descubrieron que ese efecto era mayor con alumnos de bajo rendimiento previo. Otros trabajos refuerzan esta idea y añaden otros beneficios como el incremento de la participación en clase y la implicación de los estudiantes en otras actividades.

El problema de esa investigación (y de otras muchas) es que, cuando se han tratado de replicar, los impactos encontrados siempre han sido mucho más modestos o nulos. Por otro lado, otras investigaciones más completas no han sido capaces de encontrar diferencias significativas en el rendimiento de los alumnos tras la prohibición de teléfonos: el caso más paradigmático y conocido, es el de estos investigadores suecos que llegaron a afirmar que "las prohibiciones del móvil no tienen ningún impacto en el desempeño" escolar.

No todo son las notas

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El otro gran caballo de batalla, ha sido el bienestar del menor y su desarrollo integral a largo plazo. La capacidad de atención o los hábitos de estudio son una fuente de incertidumbres, sí; pero los potenciales daños a la salud mental (y el acoso escolar) han recibido incluso más atención.

Sorprendentemente, "los grandes estudios longitudinales realizados hasta ahora no han encontrado una relación clara entre el tiempo de pantalla y el desarrollo cognitivo o el bienestar psicológico​". Tampoco han encontrado relación entre la cantidad de horas que los menores usan el móvil y problemas de baja autoestima o infelicidad juvenil.

¿Cómo es posible?

En términos sencillos, porque la prohibición de los smartphones no se convierte automáticamente en nada. Y, desde luego, no hace automáticamente a los alumnos mejores académicamente o reduzca problemas de salud mental. La mejor explicación a esto es que el efecto beneficioso de este tipo de medidas (que, en muchos sentidos, parece innegable) suele ser pequeño y está mediado por la forma en la que se aplica.

Y no solo me refiero a que, como es evidente, una aplicación laxa no da ningún resultado. Sino que lo que hemos aprendido es que el diseño de esa prohibición es muy importante porque los alumnos siempre pueden encontrar otras distracciones.

Como nos explica Jose César Perales, catedrático de la Universidad de Granada, lo que estamos encontrando es que "se toma una medida cosmética, mientras que las que sí podrían contribuir a mejorar la salud mental de nuestros adolescentes siguen en algún cajón".

Evidencia poco concluyente, legislación ciclotímica

A pesar de las evidencias científicas y la experiencia acumulada, el tema sigue siendo tremendamente polémico entre los expertos. Comprensiblemente, además. No tenemos datos concluyentes, los valores educativos parecen a menudo irreconciliables y, en el fondo, el móvil aparece aquí como un síntoma de problemas sociales más serios y más difíciles de abordar.

Esto último es lo que explica, en el fondo, una regulación pendular. Porque, como decía nuestro compañero Javier Lacort, "el sistema educativo español tiene una manera peculiar de abrazar las innovaciones: con entusiasmo desmedido primero, y con igual intensidad al rechazarlas después". Y, aunque no es algo específico de nuestro país (solo tenemos que ver los bandazos que se está dando en la mayoría de países occidentales), la tendencia a legislar sin una evidencia sólida detrás es enorme.

Ahora mismo, siete comunidades españolas (gobernadas por el PP y el PSOE) están regulando para reducir las pantallas en las clases, recuperar el papel y "volver a las esencias" de la educación tradicional. Esto contradice el consenso entre los expertos de que el problema de las pantallas no es tanto el "tiempo de uso" como el "uso que se hace de ellas"; pero se alinea bien con el clima de opinión actual que reconoce cierta incapacidad para usar bien estas tecnologías.

Sea como sea, y a estas alturas del partido, todo parece apuntar a que el uso de las tecnologías en las aulas va a ser un dilema persistente en nuestra política educativa (como lo será la IA). Al menos, hasta que consigamos encontrar un punto intermedio entre la minimización de distracciones tecnológicas y preparar a los alumnos para vivir (y aprender) en un mundo digital.

Imagen | Garry Knight

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La noticia Nadie en el mundo sabe qué demonios hacer con los móviles en las aulas. Ni siquiera la investigación científica fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .