Una millennial, una gen Z y un gen X cambiaron sus smartphone por un feature phone: solo alguien disfrutó la experiencia
Soy millennial y lo confieso: pasar un día sin mi smartphone me costaría horrores. De hecho, antaño cambiaba mi iPhone por un dumb phone para cuando me iba de fiestas en Sanfermines, pero ya ni eso: o tiro de un smartphone antiguo o salgo con mi móvil personal con un cordelito para no perderlo. Eso sí, mi primer móvil llegó a mis manos cuando tenía 16 años y no era un smartphone, sino un Alcatel mítico. No fue hasta la veintena que Blackberry me trajo la mensajería a través de internet, la antesala de lo que es ahora la comunicación y las redes. No quiero ni imaginarme cómo me sentiría si hubiera vivido con internet desde el principio de mis días. Sin embargo, a mis padres la batería de sus móviles les duran mucho más porque lo usan menos (mi padre tiene un feature phone de Nokia). Podríamos pensar que cuanto antes empezamos con los smartphones, más irresistibles nos resultan, ¿no? Pues bien, alguien ha querido comprobar si esa adherencia al smartphone es una cuestión generacional o no y lo ha puesto a prueba. Aviso a navegantes: hay sorpresas. Una semana sin smartphone y con dumb phone Esta prueba se le ha ocurrido a un grupo de editores de Good Housekeeping bajo el pretexto de dejar atrás el bombardeo de notificaciones, redes, del scroll infinito y del FOMO en favor de los SMS y las llamadas de teléfono de toda la vida. Una semana sin smartphone para la millennial autora del artículo y dos compañeros de diferentes generaciones: un veterano y una joven recién desembarcada en el mundo laboral. Además optaron por grandes clásicos: los Nokia básicos y lo hicieron a pelo y sin pasar su agenda, de modo que solo pudieron contactar con aquella gente cuyo teléfono se sabían. Para la generación X no hay vuelta atrás Como cuenta mi compañero Rubén Andrés, editor de Xataka a tiempo parcial y genX a tiempo completo, la generación X no es nativa digital sino migrante, pero cuenta a su favor el haber sido quien la inventó y sus early adopters primigenios. Han vivido sin Google Maps, sin WhatsApp y sin Spotify, pero ya se han acostumbrado a usarlos. Simon Swift es el editor de la generación X que se sometió al experimento y cuenta que ha disfrutado de la tranquilidad de leer de camino al trabajo, olvidándose de las malas noticias y reconectando con el mundo real. Eso sí, le pasó factura el volver a usar mensajes de texto y mapas físicos, llegando a ser frustrante. 'Por lo menos le quedará al Snake', pensarás, pues no: cuenta que tiene los dedos demasiado gordos como para jugar. Sin embargo, en lo global Swift considera que sale perdiendo, en tanto en cuanto se queda fuera de conocer al momento una actualidad en forma de noticias más dinámica que nunca. Para él ya no hay vuelta atrás. En Xataka Móvil Hacemos todo con el móvil, pero hay una cosa en la que la generación Z y los millennials nunca nos pondremos de acuerdo Cómo lo pasó la millennial Además de preparar el artículo, Florence Reeves-White fue la millennial que se aventuró a esa semana sin móvil con el miedo de perderse conversaciones importantes de su entorno. Sorprendentemente (para mí como coetánea y para la propia Florence), fue mejor de lo que pensaba. Perder el acceso a las redes sociales tiene su lado bueno: dedicó más tiempo a leer, escribir y otras actividades que encontró más enriquecedoras. Dejó de estar comunicada continuamente con su pareja, familia y amiguis mediante chats y a cambio sus conversaciones en la vida real subieron de nivel, tanto en frecuencia como en calidad. Por supuesto que sufrió los inconvenientes del día a día, como la ausencia de mapas, las apps de deporte o pagar con el móvil, pero la millennial quedó tan contenta que repetirá la experiencia, aunque con matices. Foto de Photo By: Kaboompics.com en Pexels En Xataka Móvil La Generación Z ha sucumbido a la telefobia: el 56% de los jóvenes creen que contestar una llamada significa malas noticias Gen Z: ¿falta mucho para el final de la prueba? Megan Geall es nativa digital, usuaria intensiva de su smartphone para todo y la tercera en discordia. Nada más empezar ya se dio de bruces con algo nuevo para ella: disfutar de Neflix a plena atención y sin interrupciones de las redes sociales. La desconexión le sentó mejor de lo que pensaba: 'Fue muy agradable estar desconectada por un tiempo y no ver lo que los demás hacen con sus vidas, simplemente vivir la mía'. Pero su entretenimiento y comunicación quedó reducido a mínimos: no tenía música en el gimnasio, escribir mensajes de texto era un suplicio y no usar Apple Pay para pagar fueron grandes escollos. Sí, volver a hablar por teléfono trajo una sensación de más cercanía (pese a su telefobia generacional), pero no gracias: su smartphone le da toda la comodidad que desea. En Xataka Móvil | Sie

Soy millennial y lo confieso: pasar un día sin mi smartphone me costaría horrores. De hecho, antaño cambiaba mi iPhone por un dumb phone para cuando me iba de fiestas en Sanfermines, pero ya ni eso: o tiro de un smartphone antiguo o salgo con mi móvil personal con un cordelito para no perderlo.
Eso sí, mi primer móvil llegó a mis manos cuando tenía 16 años y no era un smartphone, sino un Alcatel mítico. No fue hasta la veintena que Blackberry me trajo la mensajería a través de internet, la antesala de lo que es ahora la comunicación y las redes. No quiero ni imaginarme cómo me sentiría si hubiera vivido con internet desde el principio de mis días.
Sin embargo, a mis padres la batería de sus móviles les duran mucho más porque lo usan menos (mi padre tiene un feature phone de Nokia). Podríamos pensar que cuanto antes empezamos con los smartphones, más irresistibles nos resultan, ¿no? Pues bien, alguien ha querido comprobar si esa adherencia al smartphone es una cuestión generacional o no y lo ha puesto a prueba. Aviso a navegantes: hay sorpresas.
Una semana sin smartphone y con dumb phone
Esta prueba se le ha ocurrido a un grupo de editores de Good Housekeeping bajo el pretexto de dejar atrás el bombardeo de notificaciones, redes, del scroll infinito y del FOMO en favor de los SMS y las llamadas de teléfono de toda la vida. Una semana sin smartphone para la millennial autora del artículo y dos compañeros de diferentes generaciones: un veterano y una joven recién desembarcada en el mundo laboral.
Además optaron por grandes clásicos: los Nokia básicos y lo hicieron a pelo y sin pasar su agenda, de modo que solo pudieron contactar con aquella gente cuyo teléfono se sabían.
Para la generación X no hay vuelta atrás
Como cuenta mi compañero Rubén Andrés, editor de Xataka a tiempo parcial y genX a tiempo completo, la generación X no es nativa digital sino migrante, pero cuenta a su favor el haber sido quien la inventó y sus early adopters primigenios. Han vivido sin Google Maps, sin WhatsApp y sin Spotify, pero ya se han acostumbrado a usarlos.
Simon Swift es el editor de la generación X que se sometió al experimento y cuenta que ha disfrutado de la tranquilidad de leer de camino al trabajo, olvidándose de las malas noticias y reconectando con el mundo real. Eso sí, le pasó factura el volver a usar mensajes de texto y mapas físicos, llegando a ser frustrante. 'Por lo menos le quedará al Snake', pensarás, pues no: cuenta que tiene los dedos demasiado gordos como para jugar.
Sin embargo, en lo global Swift considera que sale perdiendo, en tanto en cuanto se queda fuera de conocer al momento una actualidad en forma de noticias más dinámica que nunca. Para él ya no hay vuelta atrás.
Cómo lo pasó la millennial
Además de preparar el artículo, Florence Reeves-White fue la millennial que se aventuró a esa semana sin móvil con el miedo de perderse conversaciones importantes de su entorno. Sorprendentemente (para mí como coetánea y para la propia Florence), fue mejor de lo que pensaba.
Perder el acceso a las redes sociales tiene su lado bueno: dedicó más tiempo a leer, escribir y otras actividades que encontró más enriquecedoras. Dejó de estar comunicada continuamente con su pareja, familia y amiguis mediante chats y a cambio sus conversaciones en la vida real subieron de nivel, tanto en frecuencia como en calidad.
Por supuesto que sufrió los inconvenientes del día a día, como la ausencia de mapas, las apps de deporte o pagar con el móvil, pero la millennial quedó tan contenta que repetirá la experiencia, aunque con matices.
Gen Z: ¿falta mucho para el final de la prueba?
Megan Geall es nativa digital, usuaria intensiva de su smartphone para todo y la tercera en discordia. Nada más empezar ya se dio de bruces con algo nuevo para ella: disfutar de Neflix a plena atención y sin interrupciones de las redes sociales. La desconexión le sentó mejor de lo que pensaba: 'Fue muy agradable estar desconectada por un tiempo y no ver lo que los demás hacen con sus vidas, simplemente vivir la mía'.
Pero su entretenimiento y comunicación quedó reducido a mínimos: no tenía música en el gimnasio, escribir mensajes de texto era un suplicio y no usar Apple Pay para pagar fueron grandes escollos. Sí, volver a hablar por teléfono trajo una sensación de más cercanía (pese a su telefobia generacional), pero no gracias: su smartphone le da toda la comodidad que desea.
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La noticia
Una millennial, una gen Z y un gen X cambiaron sus smartphone por un feature phone: solo alguien disfrutó la experiencia
fue publicada originalmente en
Xataka Móvil
por
Eva R. de Luis
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