Los aranceles han recuperado el viejo anhelo de fabricar un iPhone "Made in USA". Saldría más barato comprar un coche nuevo

La historia comenzó con una declaración del secretario de comercio estadounidense, Howard Lutnic. El hombre imaginó un futuro con millones de estadounidenses trabajando en la producción automatizada de iPhones dentro de fábricas nacionales, un escenario que ha reavivado un viejo anhelo político: el sueño de un teléfono de Apple “Made in USA”. El problema es que es una utopía. El mundo real. Lo explicaba hace unas horas el medio 404. La idea, aunque atractiva desde el punto de vista retórico, resulta completamente inviable si se consideran las complejidades estructurales del ecosistema industrial que hace posible la existencia del iPhone. Fabricar el dispositivo de Apple dentro de Estados Unidos requeriría una transformación casi total de la cadena de suministro global, la capacitación masiva de una fuerza laboral especializada que actualmente no existe, y una inversión colosal en automatización y rediseño industrial. De hecho y como contamos, varios análisis han demostrado que un iPhone producido íntegramente en suelo estadounidense podría costar entre 2.300 y 30.000 dólares, volviéndolo económicamente absurdo para la mayoría de los consumidores y llegando al caso en que comprar un coche nuevo puede salir más económico. En Espinof 45 años años después se resuelve el gran misterio de 'El resplandor': al fin conocemos el origen de la fotografía con la que Stanley Kubrick cerró su obra maestra Una cadena global como impedimento. Aquí está la principal traba: Apple opera una de las cadenas de suministro más sofisticadas y globalizadas del planeta. Aunque el diseño del iPhone se realiza en California, sus componentes se fabrican en decenas de países. Su ensamblaje tiene lugar principalmente en Asia, en plantas que emplean a más de 1.4 millones de trabajadores. Los materiales esenciales (como el oro, estaño, tantalio y tungsteno) provienen de 79 países distintos y solo una fracción ínfima de los procesos industriales ocurre actualmente en Estados Unidos. Incluso los Mac Pro “ensamblados en USA” dependen de insumos y piezas extranjeras. Para recrear ese entramado en territorio estadounidense no bastaría con voluntad política: haría falta rediseñar productos, construir nuevas fábricas, sustituir tecnologías foráneas y capacitar a una fuerza laboral que hoy por hoy carece del conocimiento necesario. Automatización como barrera. Lutnick sugiere que el trabajo manual será reemplazado por automatización, pero incluso Apple, con todos sus recursos, solo ha logrado automatizar una pequeña fracción del proceso de ensamblaje. Muchos de sus productos siguen dependiendo de trabajo manual, y sus iniciativas de automatización (como robots para desmontar dispositivos reciclados) aún son limitadas. Además, las fábricas automatizadas requieren maquinaria importada que ahora encarece la guerra comercial. El CEO de Flexport mencionaba en Bloomberg que muchas empresas han detenido sus planes de construcción de fábricas en Estados Unidos debido al incremento en el coste de esos equipos. El propio objetivo de Apple es reducir a la mitad el número de trabajadores en la línea de ensamblaje para 2030, no reemplazarlos por estadounidenses mal pagados. El panorama laboral estadounidense simplemente no es competitivo: un operador de maquinaria gana en promedio 43.000 dólares anuales, mientras que su contraparte vietnamita recibe menos de 5.000 dólares. El fiasco de Foxconn. Uno de los ejemplos más notorios de esta desconexión entre promesas y realidades fue el fallido intento de Foxconn por construir una fábrica en Wisconsin. Pese a recibir miles de millones en subsidios, el proyecto nunca materializó una planta operativa, en parte por la falta de trabajadores calificados en la región. A esto se suma el caso de TSMC en Arizona, cuyo progreso ha dependido de traer empleados taiwaneses debido a la escasez de técnicos capacitados en Estados Unidos. Según Boston Engineering, reshoring implica más que trasladar ubicaciones de producción: exige rediseñar procesos y productos para que sean compatibles con la automatización, además de reconstruir cadenas de suministro nacionales casi desde cero. Consecuencias de encarecer el lujo tecnológico. Si se aplicaran los aranceles y Apple se viera forzada a reubicar procesos sin una base industrial lista para recibirlos, los costes aumentarían drásticamente. Esto no solo afectaría a la clase media: incluso consumidores de alto poder adquisitivo podrían optar por no gastar tanto en productos cuyos precios se disparen por la reconfiguración logística. La posibilidad de ver fábricas oscuras y deshumanizadas llenas de estadounidenses explotados (reflejada incluso en videos virales generados por IA) añade un matiz político y social difícil de digerir. Las empresas de lujo pueden absorber parte del golpe, pero Apple, que depende de márgenes ajustados para dispositivos masivos, se enfrentaría a un merc

Abr 9, 2025 - 16:29
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Los aranceles han recuperado el viejo anhelo de fabricar un iPhone "Made in USA". Saldría más barato comprar un coche nuevo

Los aranceles han recuperado el viejo anhelo de fabricar un iPhone "Made in USA". Saldría más barato comprar un coche nuevo

La historia comenzó con una declaración del secretario de comercio estadounidense, Howard Lutnic. El hombre imaginó un futuro con millones de estadounidenses trabajando en la producción automatizada de iPhones dentro de fábricas nacionales, un escenario que ha reavivado un viejo anhelo político: el sueño de un teléfono de Apple “Made in USA”. El problema es que es una utopía.

El mundo real. Lo explicaba hace unas horas el medio 404. La idea, aunque atractiva desde el punto de vista retórico, resulta completamente inviable si se consideran las complejidades estructurales del ecosistema industrial que hace posible la existencia del iPhone.

Fabricar el dispositivo de Apple dentro de Estados Unidos requeriría una transformación casi total de la cadena de suministro global, la capacitación masiva de una fuerza laboral especializada que actualmente no existe, y una inversión colosal en automatización y rediseño industrial. De hecho y como contamos, varios análisis han demostrado que un iPhone producido íntegramente en suelo estadounidense podría costar entre 2.300 y 30.000 dólares, volviéndolo económicamente absurdo para la mayoría de los consumidores y llegando al caso en que comprar un coche nuevo puede salir más económico.

Una cadena global como impedimento. Aquí está la principal traba: Apple opera una de las cadenas de suministro más sofisticadas y globalizadas del planeta. Aunque el diseño del iPhone se realiza en California, sus componentes se fabrican en decenas de países. Su ensamblaje tiene lugar principalmente en Asia, en plantas que emplean a más de 1.4 millones de trabajadores.

Los materiales esenciales (como el oro, estaño, tantalio y tungsteno) provienen de 79 países distintos y solo una fracción ínfima de los procesos industriales ocurre actualmente en Estados Unidos. Incluso los Mac Pro “ensamblados en USA” dependen de insumos y piezas extranjeras. Para recrear ese entramado en territorio estadounidense no bastaría con voluntad política: haría falta rediseñar productos, construir nuevas fábricas, sustituir tecnologías foráneas y capacitar a una fuerza laboral que hoy por hoy carece del conocimiento necesario.

Automatización como barrera. Lutnick sugiere que el trabajo manual será reemplazado por automatización, pero incluso Apple, con todos sus recursos, solo ha logrado automatizar una pequeña fracción del proceso de ensamblaje. Muchos de sus productos siguen dependiendo de trabajo manual, y sus iniciativas de automatización (como robots para desmontar dispositivos reciclados) aún son limitadas.

Además, las fábricas automatizadas requieren maquinaria importada que ahora encarece la guerra comercial. El CEO de Flexport mencionaba en Bloomberg que muchas empresas han detenido sus planes de construcción de fábricas en Estados Unidos debido al incremento en el coste de esos equipos. El propio objetivo de Apple es reducir a la mitad el número de trabajadores en la línea de ensamblaje para 2030, no reemplazarlos por estadounidenses mal pagados. El panorama laboral estadounidense simplemente no es competitivo: un operador de maquinaria gana en promedio 43.000 dólares anuales, mientras que su contraparte vietnamita recibe menos de 5.000 dólares.

El fiasco de Foxconn. Uno de los ejemplos más notorios de esta desconexión entre promesas y realidades fue el fallido intento de Foxconn por construir una fábrica en Wisconsin. Pese a recibir miles de millones en subsidios, el proyecto nunca materializó una planta operativa, en parte por la falta de trabajadores calificados en la región. A esto se suma el caso de TSMC en Arizona, cuyo progreso ha dependido de traer empleados taiwaneses debido a la escasez de técnicos capacitados en Estados Unidos.

Según Boston Engineering, reshoring implica más que trasladar ubicaciones de producción: exige rediseñar procesos y productos para que sean compatibles con la automatización, además de reconstruir cadenas de suministro nacionales casi desde cero.

Consecuencias de encarecer el lujo tecnológico. Si se aplicaran los aranceles y Apple se viera forzada a reubicar procesos sin una base industrial lista para recibirlos, los costes aumentarían drásticamente. Esto no solo afectaría a la clase media: incluso consumidores de alto poder adquisitivo podrían optar por no gastar tanto en productos cuyos precios se disparen por la reconfiguración logística.

La posibilidad de ver fábricas oscuras y deshumanizadas llenas de estadounidenses explotados (reflejada incluso en videos virales generados por IA) añade un matiz político y social difícil de digerir. Las empresas de lujo pueden absorber parte del golpe, pero Apple, que depende de márgenes ajustados para dispositivos masivos, se enfrentaría a un mercado impredecible y posiblemente recesivo.

¿Entonces? Tanto la administración Trump como la de Biden han promovido la relocalización de la manufactura a través de incentivos y leyes como el CHIPS Act, pero hay una diferencia fundamental entre aplicar políticas de forma gradual y racional o imponer aranceles disruptivos que colapsen el comercio global.

El iPhone, tal y como lo conocemos, es una creación del mundo globalizado y multipolar del siglo XXI. Bajo ese prisma, tratar de reconstruirlo dentro de las fronteras estadounidenses no es solo un desafío técnico: es una ilusión peligrosa que, de materializarse abruptamente, desataría una oleada de inflación, desabastecimiento y desempleo. 

Paradójicamente, en nombre del empleo nacional, se podría llegar a provocar una crisis de consumo que termine perjudicando justo a aquellos que se pretendía proteger.

Imagen | Trump White

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La noticia Los aranceles han recuperado el viejo anhelo de fabricar un iPhone "Made in USA". Saldría más barato comprar un coche nuevo fue publicada originalmente en Xataka Móvil por Miguel Jorge .