ASML, la soberanía tecnológica europea y el coste de obedecer a matones
En una reciente entrevista de ayer con The New York Times, Christophe Fouquet, CEO de ASML, lanza una serie de mensajes que, aunque cautelosos, representan un giro significativo frente al silencio habitual de los ejecutivos tecnológicos europeos ante la presión de Estados Unidos. ASML fabrica lo que muchos describen, con razón, como la máquina más …

En una reciente entrevista de ayer con The New York Times, Christophe Fouquet, CEO de ASML, lanza una serie de mensajes que, aunque cautelosos, representan un giro significativo frente al silencio habitual de los ejecutivos tecnológicos europeos ante la presión de Estados Unidos.
ASML fabrica lo que muchos describen, con razón, como la máquina más compleja jamás creada por el ser humano: los equipos de litografía ultravioleta extrema (EUV) necesarios para grabar circuitos de pocos nanómetros en obleas de silicio. Cada uno puede costar más de cuatrocientos millones de dólares y requiere el uso coordinado de cientos de proveedores de Europa, Estados Unidos y Asia, además de múltiples aviones 747 para su entrega. En otras palabras, un símbolo perfecto de lo que significa la tecnología globalizada.
Y sin embargo, esa misma globalización está siendo utilizada como arma arrojadiza. Desde 2019, a instancias de la primera administración Trump, el gobierno neerlandés se ha visto obligado a bloquer la exportación de máquinas EUV a China. Bajo la administración Biden, las restricciones se ampliaron incluso a modelos más antiguos, todo ello bajo la excusa de la seguridad nacional, un eufemismo cada vez más gastado para justificar políticas proteccionistas y agresivas que van radicalmente en contra del propio interés económico europeo.
La frase que probablemente mejor resume la creciente frustración de Fouquet con las políticas comerciales impuestas desde Washington es:
«the people you try to stop will work harder to be successful. It doesn’t matter how many obstacles you put in the way»
(«cuanto más intentes frenar a alguien, más se esforzará en tener éxito. Da igual cuántos obstáculos pongas en su camino»)
Fouquet no está solo. Jensen Huang, CEO de Nvidia, fue incluso más directo:
«Policies meant to prevent China’s access to key technologies were always questionable, and now it’s clearly wrong»
«las políticas destinadas a impedir el acceso de China a tecnologías clave siempre fueron discutibles, y ahora son claramente erróneas»
añadiendo que
«Shielding Chinese chipmakers from US competition only strengthens them abroad and weakens America’s position»
(Proteger a los fabricantes de chips chinos de la competencia estadounidense solo los fortalece en el extranjero y debilita la posición de Estados Unidos»)
Estas declaraciones reflejan exactamente lo que llevo años escribiendo sobre el sinsentido de las restricciones a ASML: en julio de 2021 ya argumentaba que «el dominio tecnológico se logra a través de la cooperación y la eficiencia global, no mediante bloqueos comerciales absurdos», y en septiembre de 2023, señalé cómo cada intento de frenar a China mediante sanciones comerciales solo servía para acelerar sus capacidades domésticas.
Como ya comenté en enero de 2024, lo que se consigue con estas medidas es doble: por un lado, empujar a China a desarrollar su propia industria de litografía, algo que inevitablemente terminará logrando nos pongamos como nos pongamos y restrinjamos lo que restrinjamos, y por otro, minar la posición de Europa en un sector en el que aún lidera gracias a ASML.
Las guerras comerciales simplemente no funcionan. Lo analicé en julio de 2024 usando no solo datos económicos, sino ejemplos históricos y recientes. El caso de ASML es paradigmático: antes de las restricciones, China representaba casi la mitad de sus ventas. Hoy, según la propia compañía, apenas un 25%. ¿Ha impedido eso que China avance en semiconductores? No. ¿Ha debilitado eso a ASML? Sí. ¿A quién beneficia entonces esta política?
La administración Trump, reincidente y torpe como siempre, vuelve a amenazar con aranceles del 50% a productos europeos, solo para retractarse dos días después. Como bien dijo Fouquet, «si quieres fabricar chips en tu propio país, asegúrate de que el coste de esos chips sea razonable. Si impones aranceles, por supuesto, el coste sube». Europa se ve así atrapada entre la paranoia geopolítica estadounidense y su propia incapacidad para defender sus intereses estratégicos.
¿Qué puede (y debe) hacer ASML? La respuesta, aunque políticamente incómoda, es clara: vender a todo aquel que quiera comprar sus productos. Una empresa europea, tecnológicamente única, no puede subordinar su estrategia industrial a los caprichos de un presidente norteamericano que actúa como un matón de patio de colegio. Tampoco puede aceptar pasivamente que Bruselas o La Haya la conviertan en rehén sin ofrecer nada a cambio.
Es hora de que Europa actúe como una potencia tecnológica soberana, defendiendo sus campeones industriales como lo hace Estados Unidos con los suyos. Esto no implica ignorar los riesgos geopolíticos, pero sí gestionarlos con inteligencia y perspectiva a largo plazo. El futuro de ASML, y, en buena medida, del liderazgo europeo en tecnologías necesarias para la fabricación de semiconductores, dependerá de su capacidad para liberarse del vasallaje estratégico.
Como bien concluye Fouquet su interesante entrevista,
«We cannot be naïve, this industry has become strategic for everyone»
(No podemos ser ingenuos. Esta industria se ha vuelto estratégica para todos).
Y precisamente por eso, hay que actuar con estrategia, no con obediencia ciega.
You can also read this article in English on my Medium page, «Europe’s tech dilemma: bow to US pressure or defend Its own Interests?»