Hay una diferencia clave entre un iPhone y un Samsung Galaxy. Y los aranceles de EEUU la hacen más importante que nunca
La rivalidad entre Samsung y Apple tiene en sus teléfonos de gama alta la gran batalla del sector. Por eso, cada detalle, por pequeño que sea, puede ser fundamental para estos dos gigantes. Qué duda cabe, la guerra comercial que libran Estados Unidos y China puede ser un factor diferencial, y aunque por ahora Trump ha dado algo de aire a los de Cupertino, hay un elemento que puede jugar en favor de Samsung de continuar la escalada arancelaria. La ventaja geográfica. En medio de la creciente guerra comercial entre las dos naciones, la procedencia de los teléfonos puede cobrar un nuevo protagonismo estratégico. Mientras que aproximadamente el 90 % de los iPhones aún se ensamblan en China (una nación ahora sujeta a aranceles de hasta el 145 % por parte de la administración Trump), Samsung ha diversificado desde hace años su cadena de producción, trasladando la mayor parte de su manufactura a países como Vietnam, India, Corea del Sur y Brasil. Esta distribución le otorga una ventaja relativa: si los aranceles sobre los productos chinos se endurecen aún más o se extienden a componentes clave como los semiconductores, Samsung no necesitará reestructurar radicalmente su operación global. Apple, por el contrario, enfrenta mayores riesgos de encarecimiento y vulnerabilidad ante posibles restricciones, a pesar de que los teléfonos han sido parcialmente eximidos de los aranceles recíprocos hasta ahora. En Espinof Hoy en TV, la extraordinaria película del oeste mejor que cualquier western de Clint Eastwood y John Wayne Impacto asimétrico. Aunque ni Apple ni Samsung están completamente blindadas frente a los efectos de esta guerra comercial (pues también Vietnam e India enfrentan aranceles de hasta un 10%), la dependencia de Apple respecto a China sigue siendo crítica. El alto grado de concentración geográfica en su producción amenaza con trasladarse directamente al consumidor estadounidense en forma de precios inflados. De hecho, analistas de UBS han estimado que un iPhone 16 Pro Max fabricado en China podría encarecerse en hasta 800 dólares si se aplicaran aranceles plenos, lo cual generaría un fuerte impacto en la demanda. Aunque Apple ya ha iniciado la transferencia parcial de su producción a India, la proporción sigue siendo marginal. Por su parte, Samsung, que cerró su última fábrica en China en 2019, produce ya más del 50 % de sus teléfonos en Vietnam y ha convertido a India en su segundo mayor centro de producción, además de contar con operaciones en Latinoamérica y Corea del Sur. Esta diversificación no solo le permite flexibilidad frente a los cambios regulatorios, sino que la posiciona como un actor resiliente en tiempos de turbulencia comercial. Estrategia de mercado: diferencias. Samsung no solo fabrica teléfonos, también produce componentes clave como chips, memorias y pantallas, lo que le otorga una integración vertical que reduce su dependencia de terceros y mejora su capacidad de maniobra. Apple, en cambio, aunque controla gran parte del diseño de su hardware y software, sigue dependiendo en gran medida de proveedores externos (muchos de ellos con base en China) para la fabricación de componentes esenciales. Además, las estrategias comerciales de ambas marcas son distintas: Apple se enfoca casi exclusivamente en dispositivos premium con márgenes altos y una base de clientes muy leal, mientras que Samsung cubre un espectro mucho más amplio del mercado, desde los modelos Galaxy S hasta las series más accesibles Galaxy A, que representan su volumen principal de ventas. Esta amplitud, a priori, permite a Samsung absorber mejor los impactos diferenciados que puedan tener los aranceles según segmento de precio o región de destino. Lealtad de marca. Así todo, la diversificación de Samsung no garantiza un incremento inmediato en su participación de mercado. Como advierten a CNN analistas como Gerrit Schneemann y Linda Sui, los usuarios de Apple tienden a ser extremadamente fieles a la marca, y el precio (aunque significativo) no siempre es un factor decisivo en su comportamiento de compra. Incluso con aumentos sustanciales de costes, es poco probable que muchos usuarios abandonen el ecosistema iOS, especialmente en mercados maduros como el estadounidense. Además, Apple podría aumentar su producción fuera de China lo suficiente como para sortear parte del impacto en su mercado principal. Por tanto, aunque Samsung esté mejor posicionada desde el punto de vista manufacturero, esto no necesariamente se traducirá en una ganancia directa de cuota frente a Apple. En Xataka EEUU se las prometía muy felices resucitando su industria nuclear. Ahora se ha creado un problema con los aranceles El verdadero riesgo. Más allá de las ventajas competitivas individuales, lo que sí parece claro es que el problema de fondo radica en la posible contracción del

La rivalidad entre Samsung y Apple tiene en sus teléfonos de gama alta la gran batalla del sector. Por eso, cada detalle, por pequeño que sea, puede ser fundamental para estos dos gigantes. Qué duda cabe, la guerra comercial que libran Estados Unidos y China puede ser un factor diferencial, y aunque por ahora Trump ha dado algo de aire a los de Cupertino, hay un elemento que puede jugar en favor de Samsung de continuar la escalada arancelaria.
La ventaja geográfica. En medio de la creciente guerra comercial entre las dos naciones, la procedencia de los teléfonos puede cobrar un nuevo protagonismo estratégico. Mientras que aproximadamente el 90 % de los iPhones aún se ensamblan en China (una nación ahora sujeta a aranceles de hasta el 145 % por parte de la administración Trump), Samsung ha diversificado desde hace años su cadena de producción, trasladando la mayor parte de su manufactura a países como Vietnam, India, Corea del Sur y Brasil.
Esta distribución le otorga una ventaja relativa: si los aranceles sobre los productos chinos se endurecen aún más o se extienden a componentes clave como los semiconductores, Samsung no necesitará reestructurar radicalmente su operación global. Apple, por el contrario, enfrenta mayores riesgos de encarecimiento y vulnerabilidad ante posibles restricciones, a pesar de que los teléfonos han sido parcialmente eximidos de los aranceles recíprocos hasta ahora.
Impacto asimétrico. Aunque ni Apple ni Samsung están completamente blindadas frente a los efectos de esta guerra comercial (pues también Vietnam e India enfrentan aranceles de hasta un 10%), la dependencia de Apple respecto a China sigue siendo crítica. El alto grado de concentración geográfica en su producción amenaza con trasladarse directamente al consumidor estadounidense en forma de precios inflados. De hecho, analistas de UBS han estimado que un iPhone 16 Pro Max fabricado en China podría encarecerse en hasta 800 dólares si se aplicaran aranceles plenos, lo cual generaría un fuerte impacto en la demanda.
Aunque Apple ya ha iniciado la transferencia parcial de su producción a India, la proporción sigue siendo marginal. Por su parte, Samsung, que cerró su última fábrica en China en 2019, produce ya más del 50 % de sus teléfonos en Vietnam y ha convertido a India en su segundo mayor centro de producción, además de contar con operaciones en Latinoamérica y Corea del Sur. Esta diversificación no solo le permite flexibilidad frente a los cambios regulatorios, sino que la posiciona como un actor resiliente en tiempos de turbulencia comercial.
Estrategia de mercado: diferencias. Samsung no solo fabrica teléfonos, también produce componentes clave como chips, memorias y pantallas, lo que le otorga una integración vertical que reduce su dependencia de terceros y mejora su capacidad de maniobra. Apple, en cambio, aunque controla gran parte del diseño de su hardware y software, sigue dependiendo en gran medida de proveedores externos (muchos de ellos con base en China) para la fabricación de componentes esenciales.
Además, las estrategias comerciales de ambas marcas son distintas: Apple se enfoca casi exclusivamente en dispositivos premium con márgenes altos y una base de clientes muy leal, mientras que Samsung cubre un espectro mucho más amplio del mercado, desde los modelos Galaxy S hasta las series más accesibles Galaxy A, que representan su volumen principal de ventas. Esta amplitud, a priori, permite a Samsung absorber mejor los impactos diferenciados que puedan tener los aranceles según segmento de precio o región de destino.
Lealtad de marca. Así todo, la diversificación de Samsung no garantiza un incremento inmediato en su participación de mercado. Como advierten a CNN analistas como Gerrit Schneemann y Linda Sui, los usuarios de Apple tienden a ser extremadamente fieles a la marca, y el precio (aunque significativo) no siempre es un factor decisivo en su comportamiento de compra. Incluso con aumentos sustanciales de costes, es poco probable que muchos usuarios abandonen el ecosistema iOS, especialmente en mercados maduros como el estadounidense.
Además, Apple podría aumentar su producción fuera de China lo suficiente como para sortear parte del impacto en su mercado principal. Por tanto, aunque Samsung esté mejor posicionada desde el punto de vista manufacturero, esto no necesariamente se traducirá en una ganancia directa de cuota frente a Apple.
El verdadero riesgo. Más allá de las ventajas competitivas individuales, lo que sí parece claro es que el problema de fondo radica en la posible contracción del consumo provocada por los efectos acumulativos de los aranceles. Si los precios de bienes esenciales como alimentos y productos básicos se disparan, es probable que los consumidores pospongan la compra de nuevos dispositivos, especialmente en segmentos premium.
De darse este escenario, la dinámica podría impactar tanto a Apple como a Samsung, frenando la renovación de terminales incluso en mercados con alta penetración tecnológica. En las economías emergentes, donde el crecimiento de ventas ha sido más fuerte, el impacto de la inflación importada y la pérdida de poder adquisitivo podría ser aún más drástico.
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Hay una diferencia clave entre un iPhone y un Samsung Galaxy. Y los aranceles de EEUU la hacen más importante que nunca
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Miguel Jorge
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