OpenAI y Jony Ive: cuando la IA se viste de diseño

La combinación de Sam Altman y Sir Jony Ive era, hasta hace muy poco, una cena imaginaria de Silicon Valley: un directivo obsesionado con la inteligencia artificial y el artífice de los objetos más icónicos del siglo XXI compartiendo servilleta y servidumbre creativa. Esa «química de sobremesa» se ha materializado en una operación histórica: OpenAI …

May 23, 2025 - 22:20
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OpenAI y Jony Ive: cuando la IA se viste de diseño

La combinación de Sam Altman y Sir Jony Ive era, hasta hace muy poco, una cena imaginaria de Silicon Valley: un directivo obsesionado con la inteligencia artificial y el artífice de los objetos más icónicos del siglo XXI compartiendo servilleta y servidumbre creativa.

Esa «química de sobremesa» se ha materializado en una operación histórica: OpenAI adquiere io, la discreta start-up de hardware que Ive estaba incubando en San Francisco, por 6,500 millones de dólares en acciones y, de paso, le cede al británico el timón creativo de toda la compañía, software incluido, a través de su colectivo LoveFrom.

El movimiento consolida a los cincuenta y cinco ingenieros y diseñadores de io (entre ellos, veteranos de Apple como Scott Cannon, Evans Hankey y Tang Tan) dentro de OpenAI, mientras LoveFrom permanece jurídicamente independiente pero se convierte en accionista de la empresa que popularizó ChatGPT. La estructura recuerda un poco al pacto que, en 1997, permitió a Apple recuperar a Steve Jobs: se compra talento, no solo activos, y se blinda su autonomía simbólica. Y por otro lado, demuestra que OpenAI es de las pocas compañías capaces de hacer un lanzamiento con más hype que los que era capaz de generar Apple. Google, en pleno Google I/O en el que han anunciado de todo, no ha sido capaz de provocar ni una mínima parte del interés y la viralidad que ha generado este anuncio.

OpenAI está intentando convertirse en una empresa verticalmente integrada del principio al fin, con posición en cada una de las etapas de la cadena de valor de la inteligencia artificial: desde el desarrollo de modelos de inteligencia artificial, el diseño de los chips especializados y de los data centers en los que corren, hasta las aplicaciones que ayudan a los usuarios en sus peticiones de todo tipo, y ahora, gracias a esta operación, en dispositivos de hardware especialmente diseñados para acceder a la inteligencia artificial. 

Según The Wall Street Journal, Altman e Ive llevan «al menos dos años» explorando cómo debería sentirse la interacción humana con la inteligencia artificial, un diagnóstico que nació, dicen, de su fatiga personal con las pantallas omnipresentes y de la sensación de que la industria se ha quedado sin nuevas metáforas de interfaz. En ese camino han rechazado explícitamente fabricar “otro teléfono” y hablan, con deliberada vaguedad, de «una categoría totalmente nueva» cuyo primer ejemplar llegará en 2026.

La única pista visual, un breve clip publicado en la cuenta de X de OpenAI, muestra a Altman describiendo un prototipo que afirma llevar en el bolsillo desde hace semanas y que, asegura que «es el artefacto tecnológico más emocionante que he tocado». Ive se limita a sonreír y apostillar que todo su aprendizaje de treinta años confluye en este momento. El vídeo, calculadamente nebuloso, recuerda a aquellos trailers de Apple donde la sombra del producto era casi tan importante como la luz que no dejaba verlo.

¿Qué podría salir de este laboratorio? Desde auriculares conversacionales por conducción ósea, como predije en su momento, es decir, un dispositivo de audio que sustituya la «invocación por comando» por un diálogo continuo con modelos como GPT-4o, integrando sensores de contexto y traducción en tiempo real, hasta un companion de escritorio sin pantalla, pequeño, escultórico y siempre atento, como un concentrador que se comunique mediante proyección láser o voz, inspirado en los intentos fallidos de Humane y Rabbit que Ive ha calificado de «productos muy pobres»; o incluso mobiliario cognitivo, es decir, objetos domésticos como lámparas, relojes o altavoces, que actúen como nodos discretos de una misma inteligencia ambiental, abrazando la «quiet tech» que tanto obsesiona al diseñador.

Para OpenAI, es indudablemente un viraje estratégico. La compra de io es operación más grande en la corta historia de la empresa, por encima de las de Windsurf y Rockset, y confirma un giro hacia el mercado de consumo, justo cuando su acuerdo preferente con Microsoft entra en fase de revisión estratégica. En paralelo, la compañía explora fórmulas de monetización que no requieran la publicidad ni la suscripción pura, y el «diseño como diferencia» puede ser la vía más sólida.

A tener en cuenta: que en muchos sentidos, hardware es destino, es decir, que cada ciclo tecnológico ha necesitado un form factor propio (el PC, el smartphone, el reloj), y que si la inteligencia artificial carece de uno propio, alguien lo inventará. Si fracasa, quedará simplemente como una anécdota cara más. Además, el efecto halo frente a la canibalización: Apple observa cómo su ex-diseñador estrella compite en el terreno donde la empresa ha patinado con Vision Pro y, al menos por el momento, aún está muy lejos de brillar con su «Apple Intelligence». Y finalmente, cuestiones éticas: trasladar modelos generativos a objetos cotidianos reabre el debate sobre privacidad y sesgos, pero también ofrece posibilidades para soluciones más transparentes y más inclusivas.

Ive nunca ha ocultado su fascinación por la «materialidad de las ideas». Altman, por su parte, persigue la elusiva idea de «fricción cero» entre intención y ejecución. Si ambos consiguen fundir esas obsesiones en un objeto que haga a la inteligencia artificial tan intuitiva como el click wheel o el gestual de la pantalla multitáctil, estaremos ante el primer artefacto de la era post-smartphone. Si no, habremos asistido al choque entre la cultura del shipping rápido de las start-ups y la devoción casi monástica de LoveFrom por la iteración estética.

En cualquiera de los casos, la maniobra ya ha desplazado la conversación sobre inteligencia artificial desde el simple software, hasta los sentidos, todo ello sin que hayamos visto absolutamente nada. Y eso, en sí mismo, ya es diseño como tal.


This article is also available in English on my Medium page, «Designing intelligence: are Jony Ive and Sam Altman about to shape the future of AI