Polonia: del carbón al viento del Báltico… ¿transición energética ejemplar o espejismo geopolítico?
Hace apenas una década, Polonia era el paradigma absoluto de la dependencia energética del carbón, y se consideraba el país más rezagado y más sucio de la Unión Europea en cuanto a transición energética. Hoy, se presenta como una de las naciones europeas más dinámicas en la transición hacia energías renovables, especialmente en el ámbito …

Hace apenas una década, Polonia era el paradigma absoluto de la dependencia energética del carbón, y se consideraba el país más rezagado y más sucio de la Unión Europea en cuanto a transición energética. Hoy, se presenta como una de las naciones europeas más dinámicas en la transición hacia energías renovables, especialmente en el ámbito de la energía eólica marina, y hasta consigue que The Economist le dedica su portada. Este giro es tan sorprendente como estratégico, y plantea una pregunta crucial: ¿es esta transformación una verdadera revolución energética o una jugada maestra en el tablero geopolítico europeo?
En 2025, Polonia ha tomado decisiones audaces en su política energética. La empresa estatal PGE, junto con socios como Ørsted, está desarrollando el parque eólico Baltica 2, que se espera que genere energía a partir de 2027. Además, se han planificado inversiones significativas en infraestructuras de red para integrar hasta 18 GW de energía eólica marina, 45GW de fotovoltaica y 19GW de energía eólica terrestre para 2034.
Este impulso hacia las energías renovables se complementa con un apoyo financiero sustancial. Polonia ha iniciado un programa de préstamos de casi 5,000 millones de euros, financiado por los fondos de recuperación de la UE, para apoyar la construcción de parques eólicos marinos en el Mar Báltico. Además, la Comisión Europea ha aprobado un esquema de apoyo de 22,500 millones de euros para la energía eólica marina polaca.
¿Por qué este cambio ahora? La respuesta no es solo medioambiental. Tras la invasión rusa de Ucrania en 2022, Polonia se vio obligada a replantear su dependencia energética de fuentes externas, especialmente del carbón ruso. La necesidad de seguridad energética ha sido un motor clave en la adopción de energías renovables. Además, la Unión Europea ha ofrecido mecanismos financieros, como el Fondo de Transición Justa, para apoyar a las regiones dependientes del carbón en su proceso de descarbonización, lo que ha proporcionado a Polonia los recursos necesarios para acelerar su transición energética sin comprometer su estabilidad económica. Pocas dudas: en Europa hay dinero para quienes quieren moverse en la dirección adecuada.
Sin embargo, este cambio no está exento de desafíos. Aunque Polonia ha establecido una fecha para abandonar la minería del carbón en 2049, la transición completa hacia energías renovables es compleja y costosa. Según el Banco Mundial, se necesitarían inversiones de aproximadamente 450,000 millones de dólares para lograr la neutralidad de carbono para 2050, lo que podría además aumentar el PIB del país en un 4%.
Además, como sabemos bien en la península ibérica, la infraestructura de red existente necesita ser modernizada para gestionar la intermitencia de las energías renovables. La inversión planificada de 15,400 millones de dólares en la red eléctrica es un paso positivo, pero su implementación efectiva será absolutamente crucial para un futuro equilibrado y sin apagones.
La transformación energética de Polonia es una historia de resiliencia y pragmatismo. Aunque impulsada por factores geopolíticos y económicos, esta transición ofrece lecciones valiosas para otros países que buscan equilibrar seguridad energética, sostenibilidad y desarrollo económico. Si Polonia logra superar los desafíos técnicos y financieros manteniendo un gobierno con una visión moderna y razonable, y sobre todo, apartándose de los extremismos y populismos que proliferan en su entorno geopolítico cercano, podría convertirse en un modelo de transición energética exitosa en Europa Central y del Este.