"Cuidado: contenido no vegetariano": cuando los disclaimers advierten de absolutamente todo
Los trigger warnings, es decir, las advertencias sobre contenido sensible que nos avisan de escenas conflictivas o que pueden disparar sensaciones no deseadas en los espectadores, son un elemento que, desde su generalización en el audiovisual no ha dejado de levantar polémica. Porque tiene sentido avisar de contenido vinculado a violencia, sexo, uso de drogas, recuerdos traumáticos, pero... ¿comer alimentos de origen animal? Cuidado, aviso. Los trigger warnings arrancaron en el ámbito de la psicología y la terapia, y se usaban en referencia al trastorno de estrés postraumático, ya que estas advertencias intentaban evitar los pensamientos intrusivos y los flashbacks propios de esta dolencia. Estos avisos ponían en alerta, por ejemplo, a víctimas de agresiones físicas o sexuales de que el material que se les iba a presentar podía despertar recuerdos traumáticos. Quién tiene miedo al trigger warning. Desde que empezó a usarse en la década de los 2000 (se cree que el término en sí nació en el año 2005), fue un recurso muy discutido: Richard McNally, profesor de psicología de la Universidad de Harvard, señaló que su propósito se estaba pervirtiendo. Si se evitaban imágenes relacionadas con el trauma, éste se reforzaría y además no se podría tratar. Pero aunque en psicología los trigger warnings nunca fueron del todo aceptados, pronto se convirtieron en nota común en el cine. En Xataka Lo que la psicología nos dice sobre por qué los payasos nos dan tanto miedo Trigger warning today. La definición del término que se acepta comunmente en la actualidad tiene un tono más amplio y social. Ya no hablamos de que unas imágenes vayan a desencadenar el eco de un trauma, sino más bien que pueden herir sensibilidades, y se ha pasado de apelar a un trauma sexual a todo tipo de contenidos conflictivos (violencia, ideologías políticas extremistas, suicidio, muerte, drogas, insectos). El propósito: que todo el mundo entre avisado a las películas o los libros. "No te puedes quejar, nosotros ya avisamos", parecen decir, en ese eterno pánico norteamericano a una demanda millonaria. La polémica. Desde ahí, la historia de los trigger warnings ha estado llena de controversia. Hay quien considera que es una forma de censura sutil y perversa, o incluso paternalista, y que como sucede con sus precedentes en la literatura psicológica, su abuso puede promover la hipersensibilidad en vez de la resiliencia a ciertos contenidos conflictivos. Hay autores y autoras estudiosas de temas como la violencia machista que aseguran que ese tema queda por detrás de la protección de las víctimas. Y por supuesto, queda la importancia de la integridad de la obra artística, que con los trigger warnings queda despojada de capacidad de sorpresa. A más. La situación ha favorecido la llegada de páginas como Does the Dog Die?, bases de datos que empezaron reseñando temas muy específicos (si moría un hipotético perro que saliera en una película o serie) y se ha terminado ampliando a todo tipo de contenidos sensibles: abandono, abuso, accidentes de tráfico, discriminación, instrumental médico, salud mental y un larguísimo etcétera. Es en este contexto donde aparece la activista vegana Allison McCulloch, editora de una página de Letterboxd donde tiene una sección de "alertas veganas". Kraven: culpable. En un perfil que le dedica The New York Times, McCulloch cuenta su experiencia viendo 'Kraven el Cazador', donde detectó elementos problemáticos como "vestuario hecho con pieles", "animales disecados" o "personajes comiendo carne". Por supuesto, este criterio es el de alguien fuertemente comprometido con la causa vegana y el bienestar animal. Las puntuaciones elevadas para 'Kung Fu Panda 4' están justificadísimas en su Letterboxd de 24.169 películas. En Xataka Estrés postraumático por 37.000$ al año: las condiciones de los moderadores de Youtube de Accenture Un antihéroe vegano. Lo curioso es que McCulloch defiende que tiene sentido que Kraven sea vegano por el amor que demuestra por los animales, pero que a la vez "no tiene sentido que perdone la vida del león y se comunique con otros animales para comerse después un filete". Pero el celo de McCulloch va más allá de la denuncia de comportamientos discutibles en la ficción. Animales muertos. En la película de 2018 'Destroyer', McCulloch consideró que el típico cartel de "Ningún animal ha sido dañado en la realización de esta película" no podía aplicarse si veíamos, como sucedía en la película, unos cuantos patos ensartados y asados en un restaurante chino. Es solo un ejemplo de los muchos que caracterizan su vigilancia: en el cine comercial es habitual ver pequeños animales, como peces, muriendo en pantalla, usados como cebo al servicio de la ficción. Líneas rojas. Estemos de acuerdo o no con los presupuestos éticos de McCulloch, lo interesante

Los trigger warnings, es decir, las advertencias sobre contenido sensible que nos avisan de escenas conflictivas o que pueden disparar sensaciones no deseadas en los espectadores, son un elemento que, desde su generalización en el audiovisual no ha dejado de levantar polémica. Porque tiene sentido avisar de contenido vinculado a violencia, sexo, uso de drogas, recuerdos traumáticos, pero... ¿comer alimentos de origen animal?
Cuidado, aviso. Los trigger warnings arrancaron en el ámbito de la psicología y la terapia, y se usaban en referencia al trastorno de estrés postraumático, ya que estas advertencias intentaban evitar los pensamientos intrusivos y los flashbacks propios de esta dolencia. Estos avisos ponían en alerta, por ejemplo, a víctimas de agresiones físicas o sexuales de que el material que se les iba a presentar podía despertar recuerdos traumáticos.
Quién tiene miedo al trigger warning. Desde que empezó a usarse en la década de los 2000 (se cree que el término en sí nació en el año 2005), fue un recurso muy discutido: Richard McNally, profesor de psicología de la Universidad de Harvard, señaló que su propósito se estaba pervirtiendo. Si se evitaban imágenes relacionadas con el trauma, éste se reforzaría y además no se podría tratar. Pero aunque en psicología los trigger warnings nunca fueron del todo aceptados, pronto se convirtieron en nota común en el cine.
Trigger warning today. La definición del término que se acepta comunmente en la actualidad tiene un tono más amplio y social. Ya no hablamos de que unas imágenes vayan a desencadenar el eco de un trauma, sino más bien que pueden herir sensibilidades, y se ha pasado de apelar a un trauma sexual a todo tipo de contenidos conflictivos (violencia, ideologías políticas extremistas, suicidio, muerte, drogas, insectos). El propósito: que todo el mundo entre avisado a las películas o los libros. "No te puedes quejar, nosotros ya avisamos", parecen decir, en ese eterno pánico norteamericano a una demanda millonaria.
La polémica. Desde ahí, la historia de los trigger warnings ha estado llena de controversia. Hay quien considera que es una forma de censura sutil y perversa, o incluso paternalista, y que como sucede con sus precedentes en la literatura psicológica, su abuso puede promover la hipersensibilidad en vez de la resiliencia a ciertos contenidos conflictivos. Hay autores y autoras estudiosas de temas como la violencia machista que aseguran que ese tema queda por detrás de la protección de las víctimas. Y por supuesto, queda la importancia de la integridad de la obra artística, que con los trigger warnings queda despojada de capacidad de sorpresa.
A más. La situación ha favorecido la llegada de páginas como Does the Dog Die?, bases de datos que empezaron reseñando temas muy específicos (si moría un hipotético perro que saliera en una película o serie) y se ha terminado ampliando a todo tipo de contenidos sensibles: abandono, abuso, accidentes de tráfico, discriminación, instrumental médico, salud mental y un larguísimo etcétera. Es en este contexto donde aparece la activista vegana Allison McCulloch, editora de una página de Letterboxd donde tiene una sección de "alertas veganas".
Kraven: culpable. En un perfil que le dedica The New York Times, McCulloch cuenta su experiencia viendo 'Kraven el Cazador', donde detectó elementos problemáticos como "vestuario hecho con pieles", "animales disecados" o "personajes comiendo carne". Por supuesto, este criterio es el de alguien fuertemente comprometido con la causa vegana y el bienestar animal. Las puntuaciones elevadas para 'Kung Fu Panda 4' están justificadísimas en su Letterboxd de 24.169 películas.
Un antihéroe vegano. Lo curioso es que McCulloch defiende que tiene sentido que Kraven sea vegano por el amor que demuestra por los animales, pero que a la vez "no tiene sentido que perdone la vida del león y se comunique con otros animales para comerse después un filete". Pero el celo de McCulloch va más allá de la denuncia de comportamientos discutibles en la ficción.
Animales muertos. En la película de 2018 'Destroyer', McCulloch consideró que el típico cartel de "Ningún animal ha sido dañado en la realización de esta película" no podía aplicarse si veíamos, como sucedía en la película, unos cuantos patos ensartados y asados en un restaurante chino. Es solo un ejemplo de los muchos que caracterizan su vigilancia: en el cine comercial es habitual ver pequeños animales, como peces, muriendo en pantalla, usados como cebo al servicio de la ficción.
Líneas rojas. Estemos de acuerdo o no con los presupuestos éticos de McCulloch, lo interesante de su labor es que nos obliga a preguntarnos dónde están nuestros límites y por qué. ¿Es censurable, como ella considera, que se vea una alfombra de piel de leopardo en 'Kraven'? ¿Si consideramos que ordeñar una vaca es una forma de abuso, es problemático -por lo que tiene de normalización de ese abuso- cuando la vaca es un animal fantástico, como sucedía con una criatura de 'Los últimos jedi'? ¿Es problemática la mera aparición de "huevos", como ella misma reseña? Una buena oportunidad para autoexaminarse... y luego cada cual que vea lo que quiera.
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"Cuidado: contenido no vegetariano": cuando los disclaimers advierten de absolutamente todo
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John Tones
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