Llevamos años buscando la cura definitiva de las alergias y aún no hemos resuelto el gran problema: comprenderlas
El fin de las lluvias y la llegada del buen tiempo tienen, para muchos, un reverso oscuro: las alergias. La primavera, y especialmente los meses de mayo y junio, nos trae la proliferación del polen, uno de los alérgenos más importantes, principal causa de los estornudos en esta época del año. La forma más habitual de tratar este tipo de alergias es a través de los antihistamínicos, fármacos destinados a bloquear los efectos de la histamina, un neurotransmisor que también desempeña un importante papel en sistema inmune. Recordemos que las alergias no son otra cosa que una reacción de nuestro sistema inmunitario ante sustancias externas que entiende como peligrosas y que en realidad no lo son, los alérgenos. Los antihistamínicos son de gran utilidad a la hora de tratar los síntomas alérgicos. Pero una cosa es eso, y otra cosa es curar de manera definitiva estos trastornos. Hoy por hoy no contamos con una cura para las alergias, pero al menos hay algunas vías abiertas a la esperanza. Así de cerca estamos de lograrlo. En Xataka Tras dos meses lloviendo parar, millones de españoles afrontan un problema: una temporada de alergias histórica Quizás uno de los primeros tratamientos que se nos venga a la cabeza al hablar de curar la alergia sean las vacunas. Lo que hoy entendemos como vacunas contra la alergia son inyecciones basadas en la inmunoterapia, y su lógica no dista mucho de las vacunas convencionales: se trata de administrar una pequeña cantidad de aquello que nos causa alergia capaz de poner en alerta al sistema inmune sin llegar a desatar una reacción alérgica. Si bien son un tratamiento útil en muchos casos, tampoco terminan de solucionar el problema, por lo que necesitaremos de inyecciones periódicas que vayan mejorando la capacidad de respuesta de nuestro sistema inmune. ¿Qué vías hay abiertas? Hace casi diez años, comentábamos algunas de las líneas de investigación abiertas en la búsqueda de una cura para las alergias. Estas vías incluían, por ejemplo, las “terapias biológicas”. Estas son terapias que se centran en los anticuerpos, las proteínas que nuestro cuerpo produce cuando detecta sustancias que entiende como dañinas. Este tipo de tratamientos siguen siendo una de nuestras grandes esperanzas. Ejemplo de ello es omalizumab, un fármaco en principio destinado a combatir el asma y aprobado hace ya dos décadas en los Estados Unidos. En los últimos años la ciencia ha ido validando esta opción terapéutuca. Un ejemplo reciente está en un estudio publicado en 2022 en la revista Clinical and Translational Allergy. En este análisis, el equipo observó que el fármaco era efectivo a la hora de prevenir la rinitis alérgica primaveral. Entender el problema Para entender cómo ha evolucionado nuestro conocimiento en los últimos años, debemos comprender primero por qué es tan difícil encontrar una cura definitiva. El problema de fondo es sencillo: no entendemos las alergias lo suficientemente bien como para dar con una solución. Seguimos sin entender por qué ciertas personas sufren una alergia determinada mientras que otras padecen otro tipo de reacción, a la par que otros no parecen tener este tipo de problemas. Tampoco sabemos por qué las alergias son permanentes pese a que el anticuerpo que generalmente asociamos a ellas no suele mantenerse en nuestro cuerpo por periodos largos de tiempo. Dos estudios publicados el año pasado en la revista Science Translational Medicine pueden ayudarnos a comprender un poco mejor esta situación, explicando al menos este último punto. La respuesta podría estar en un anticuerpo que generalmente no asociamos a las alergias, la inmunoglobulina G (IgG), y las células que lo producen. Lo que descubrieron los equipos responsables de estos estudios es que unas células responsables de producir la IgG pasan a producir inmunoglobulina E, la cual sí se asocia con las alergias, cuando se topan con un alérgeno. La clave de la “memoria” alérgica podría estar, por tanto, en estas células. Antes de ir a mejor, todo parece indicar que el problema de las alergias irá a peor. Y es que cada vez más personas sufren este tipo de trastornos. Existen varios factores que podrían estar, independientemente o en conjunto, detrás de rápido ascenso en el número de personas alérgicas en el mundo. Una de estas hipótesis, es la de la higiene. Puesto que nuestro sistema inmune se “entrena” a través de la exposición a agentes externos, la ausencia de estos agentes en etapas tempranas puede implicar que nuestro sistema no los perciba como normales y, expuesto en etapas posteriores, acabe reaccionando de forma desproporcionada. s Desde el punto de vista ambiental, también debemos considerar la presencia de contaminantes en la atmósfera, como la materia particular. Estos contaminantes también pueden afectar a nuestras vías respiratorias, combinando su efecto con el de los alérgenos convencionales y

El fin de las lluvias y la llegada del buen tiempo tienen, para muchos, un reverso oscuro: las alergias. La primavera, y especialmente los meses de mayo y junio, nos trae la proliferación del polen, uno de los alérgenos más importantes, principal causa de los estornudos en esta época del año.
La forma más habitual de tratar este tipo de alergias es a través de los antihistamínicos, fármacos destinados a bloquear los efectos de la histamina, un neurotransmisor que también desempeña un importante papel en sistema inmune. Recordemos que las alergias no son otra cosa que una reacción de nuestro sistema inmunitario ante sustancias externas que entiende como peligrosas y que en realidad no lo son, los alérgenos.
Los antihistamínicos son de gran utilidad a la hora de tratar los síntomas alérgicos. Pero una cosa es eso, y otra cosa es curar de manera definitiva estos trastornos. Hoy por hoy no contamos con una cura para las alergias, pero al menos hay algunas vías abiertas a la esperanza. Así de cerca estamos de lograrlo.
Quizás uno de los primeros tratamientos que se nos venga a la cabeza al hablar de curar la alergia sean las vacunas. Lo que hoy entendemos como vacunas contra la alergia son inyecciones basadas en la inmunoterapia, y su lógica no dista mucho de las vacunas convencionales: se trata de administrar una pequeña cantidad de aquello que nos causa alergia capaz de poner en alerta al sistema inmune sin llegar a desatar una reacción alérgica. Si bien son un tratamiento útil en muchos casos, tampoco terminan de solucionar el problema, por lo que necesitaremos de inyecciones periódicas que vayan mejorando la capacidad de respuesta de nuestro sistema inmune.
¿Qué vías hay abiertas? Hace casi diez años, comentábamos algunas de las líneas de investigación abiertas en la búsqueda de una cura para las alergias. Estas vías incluían, por ejemplo, las “terapias biológicas”. Estas son terapias que se centran en los anticuerpos, las proteínas que nuestro cuerpo produce cuando detecta sustancias que entiende como dañinas.
Este tipo de tratamientos siguen siendo una de nuestras grandes esperanzas. Ejemplo de ello es omalizumab, un fármaco en principio destinado a combatir el asma y aprobado hace ya dos décadas en los Estados Unidos.
En los últimos años la ciencia ha ido validando esta opción terapéutuca. Un ejemplo reciente está en un estudio publicado en 2022 en la revista Clinical and Translational Allergy. En este análisis, el equipo observó que el fármaco era efectivo a la hora de prevenir la rinitis alérgica primaveral.
Entender el problema
Para entender cómo ha evolucionado nuestro conocimiento en los últimos años, debemos comprender primero por qué es tan difícil encontrar una cura definitiva. El problema de fondo es sencillo: no entendemos las alergias lo suficientemente bien como para dar con una solución.
Seguimos sin entender por qué ciertas personas sufren una alergia determinada mientras que otras padecen otro tipo de reacción, a la par que otros no parecen tener este tipo de problemas. Tampoco sabemos por qué las alergias son permanentes pese a que el anticuerpo que generalmente asociamos a ellas no suele mantenerse en nuestro cuerpo por periodos largos de tiempo.
Dos estudios publicados el año pasado en la revista Science Translational Medicine pueden ayudarnos a comprender un poco mejor esta situación, explicando al menos este último punto. La respuesta podría estar en un anticuerpo que generalmente no asociamos a las alergias, la inmunoglobulina G (IgG), y las células que lo producen.
Lo que descubrieron los equipos responsables de estos estudios es que unas células responsables de producir la IgG pasan a producir inmunoglobulina E, la cual sí se asocia con las alergias, cuando se topan con un alérgeno. La clave de la “memoria” alérgica podría estar, por tanto, en estas células.
Antes de ir a mejor, todo parece indicar que el problema de las alergias irá a peor. Y es que cada vez más personas sufren este tipo de trastornos. Existen varios factores que podrían estar, independientemente o en conjunto, detrás de rápido ascenso en el número de personas alérgicas en el mundo.
Una de estas hipótesis, es la de la higiene. Puesto que nuestro sistema inmune se “entrena” a través de la exposición a agentes externos, la ausencia de estos agentes en etapas tempranas puede implicar que nuestro sistema no los perciba como normales y, expuesto en etapas posteriores, acabe reaccionando de forma desproporcionada.
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Desde el punto de vista ambiental, también debemos considerar la presencia de contaminantes en la atmósfera, como la materia particular. Estos contaminantes también pueden afectar a nuestras vías respiratorias, combinando su efecto con el de los alérgenos convencionales y agravando la situación.
En Xataka | Ha llegado la época del año en Japón donde todos llevan mascarilla. La culpa es de la Segunda Guerra Mundial
Imagen | cottonbro studio
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La noticia
Llevamos años buscando la cura definitiva de las alergias y aún no hemos resuelto el gran problema: comprenderlas
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Pablo Martínez-Juarez
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