18 años después, he dado el salto de fe con Assassin's Creed, pero el tiempo no ha sido amable con Altair
Un videojuego en tercera persona, plataformas, acción y sigilo tiene muchas papeletas para haber pasado por mis manos, pero todavía más si ese título se llama Assassin's Creed. Jamás tuve el honor de lanzarme a la primera aventura de Altair, aunque mi pecado es mucho mayor al no haber profundizado en una de las sagas más definitorias de la industria en los últimos (casi) 20 años. Cuatro entregas numeradas y tropecientos spin-off representan una cantidad de balas imposibles de esquivar para cualquier jugador y un servidor se presenta como la excepción. Un par de partidas a Assassin's Creed II en casa de un amigo y completar el DLC Freedom Cry de Black Flag fueron las únicas interacciones que tuve con la franquicia. Poco a poco, su presencia tan abrumadora en la primera plana me terminó por generar cierto rechazo que me ha mantenido alejado, aunque esa época ha llegado a su fin. Tuvieron que llegar las Rebajas de Primavera de Steam para que me decidiese a soltar menos de tres euros por Assassin's Creed: Director's Cut Edition. Altair, la gran leyenda de Ubisoft, el que inició una catarata inagotable de ideas que hoy en día han cristalizado hasta Assassin's Creed Shadows, frente a mí para que tome el control de él. Sin embargo, la edad pasa factura para todo el mundo. Altair, ya no estás para estos trotes Antes de comenzar a sumergirme en los acontecimientos de la Tercera cruzada en Tierra Santa, no puedo evitar recordar lo que mencioné en otro artículo previo. Es lamentable el estado en el que ha dejado Ubisoft uno de sus títulos estrella y me refiero específicamente a la versión de PC. La lanzó en 2008 y así se ha quedado para los restos, sin ninguna clase de soporte por parte de la compañía francesa, más allá de cobrar el correspondiente coste que ellos imponen. Existen incomodidades tremendas para configurar un mando de Xbox Series X/S, la pantalla se congela con una frecuencia que haría enfurecer al Papa y la paja es de hierro, pues Altair muere sobre ella con cada salto de fe. Una concatenación de errores mayúsculos que tan solo han sido subsanados por la buena fe de la comunidad de modders, aquellos que no cuentan con el respaldo de una compañía con recursos infinitos. Si quieres que un despistado como yo se enganche a tu saga, el respeto hacia el origen de la gallina de los huevos de oro es nulo. Sea como sea, el propio Assassin's Creed está repleto de agravios comparativos propios de la edad. Los achaques son evidentes, pues no tiene nada que hacer frente a cualquier videojuego lanzado en los últimos cinco o diez años. A pesar de que se ha descrito insistentemente como una producción donde se combina el sigilo con la acción, apenas he tenido contacto con la primera. Casi todos los asesinatos que he cometido de los nueve objetivos principales han terminado con una alarma estridente por todo Masyaf, Jerusalén, Acre y Damasco. Puedes llegar a abusar tanto de los contraataques con la espada a duelos directos, que compensa muchísimo más el chocar acero con acero que ponerse a esperar entre una muchedumbre a que tu presa está desprevenida. Y esa tónica se mantiene hasta en el clímax del título, pues cuando toca intentar convencer al rey Ricardo de que Roberto de Sable es un traidor, la retahíla de combates contra soldados no termina. Por no hablar de la batalla final contra Al Mualim. Los primeros compases de Assassin's Creed son los que sacuden la vida de Altair y ponen encima de la mesa la excusa perfecta para no contar con todas las mejoras del final del juego. Toca ser un novicio y hacer caso al líder de la Hermandad de los Asesinos, así que toca recorrer algunos de los parajes más icónicos de Oriente Medio. Y es aquí cuando las primeras grietas comienzan a asomar, pues pocos mundos abiertos más vacíos e inútiles he visto como el de Assassin's Creed. El espacio entre las poblaciones, los caminos que recorres a caballo, no poseen más que atalayas y enemigos que sospechan de ti por ir cabalgando a toda velocidad. Un trámite aburrido para llegar del punto A al B que es subsanado en cuanto avanza la obra, pero que al menos mejora en cuanto atraviesas los muros de las ciudadelas. Hay que reconocer que la ambientación, más allá de ser muy repetitiva en sus callejones, es bastante digna para la época. Los esclavos perturbados te golpean en cuanto pasas junto a ellos, las mujeres te persiguen durante unos metros para pedirte limosna y la vida a ras de suelo es realista. Me ha sorprendido gratamente la gran cantidad de NPC que aparecen en pantalla, cada uno con su pequeña animación, y fluyendo de una forma que sí que da la sensación de que un lugar como Damasco está vivo. Con el paso de las horas, comienzas a caer en la cuenta de que lo que podría ser un patio de recreo prometedor se termina diluyendo por una fórmula extremadamente repetitiva. Me parece comprensible que en pleno 2025 un bucle de juego como el de Assassin's C

Un videojuego en tercera persona, plataformas, acción y sigilo tiene muchas papeletas para haber pasado por mis manos, pero todavía más si ese título se llama Assassin's Creed. Jamás tuve el honor de lanzarme a la primera aventura de Altair, aunque mi pecado es mucho mayor al no haber profundizado en una de las sagas más definitorias de la industria en los últimos (casi) 20 años.
Cuatro entregas numeradas y tropecientos spin-off representan una cantidad de balas imposibles de esquivar para cualquier jugador y un servidor se presenta como la excepción. Un par de partidas a Assassin's Creed II en casa de un amigo y completar el DLC Freedom Cry de Black Flag fueron las únicas interacciones que tuve con la franquicia. Poco a poco, su presencia tan abrumadora en la primera plana me terminó por generar cierto rechazo que me ha mantenido alejado, aunque esa época ha llegado a su fin.
Tuvieron que llegar las Rebajas de Primavera de Steam para que me decidiese a soltar menos de tres euros por Assassin's Creed: Director's Cut Edition. Altair, la gran leyenda de Ubisoft, el que inició una catarata inagotable de ideas que hoy en día han cristalizado hasta Assassin's Creed Shadows, frente a mí para que tome el control de él. Sin embargo, la edad pasa factura para todo el mundo.
Altair, ya no estás para estos trotes
Antes de comenzar a sumergirme en los acontecimientos de la Tercera cruzada en Tierra Santa, no puedo evitar recordar lo que mencioné en otro artículo previo. Es lamentable el estado en el que ha dejado Ubisoft uno de sus títulos estrella y me refiero específicamente a la versión de PC. La lanzó en 2008 y así se ha quedado para los restos, sin ninguna clase de soporte por parte de la compañía francesa, más allá de cobrar el correspondiente coste que ellos imponen.
Existen incomodidades tremendas para configurar un mando de Xbox Series X/S, la pantalla se congela con una frecuencia que haría enfurecer al Papa y la paja es de hierro, pues Altair muere sobre ella con cada salto de fe. Una concatenación de errores mayúsculos que tan solo han sido subsanados por la buena fe de la comunidad de modders, aquellos que no cuentan con el respaldo de una compañía con recursos infinitos. Si quieres que un despistado como yo se enganche a tu saga, el respeto hacia el origen de la gallina de los huevos de oro es nulo.
Sea como sea, el propio Assassin's Creed está repleto de agravios comparativos propios de la edad. Los achaques son evidentes, pues no tiene nada que hacer frente a cualquier videojuego lanzado en los últimos cinco o diez años. A pesar de que se ha descrito insistentemente como una producción donde se combina el sigilo con la acción, apenas he tenido contacto con la primera. Casi todos los asesinatos que he cometido de los nueve objetivos principales han terminado con una alarma estridente por todo Masyaf, Jerusalén, Acre y Damasco.
Puedes llegar a abusar tanto de los contraataques con la espada a duelos directos, que compensa muchísimo más el chocar acero con acero que ponerse a esperar entre una muchedumbre a que tu presa está desprevenida. Y esa tónica se mantiene hasta en el clímax del título, pues cuando toca intentar convencer al rey Ricardo de que Roberto de Sable es un traidor, la retahíla de combates contra soldados no termina. Por no hablar de la batalla final contra Al Mualim.
Los primeros compases de Assassin's Creed son los que sacuden la vida de Altair y ponen encima de la mesa la excusa perfecta para no contar con todas las mejoras del final del juego. Toca ser un novicio y hacer caso al líder de la Hermandad de los Asesinos, así que toca recorrer algunos de los parajes más icónicos de Oriente Medio. Y es aquí cuando las primeras grietas comienzan a asomar, pues pocos mundos abiertos más vacíos e inútiles he visto como el de Assassin's Creed.

El espacio entre las poblaciones, los caminos que recorres a caballo, no poseen más que atalayas y enemigos que sospechan de ti por ir cabalgando a toda velocidad. Un trámite aburrido para llegar del punto A al B que es subsanado en cuanto avanza la obra, pero que al menos mejora en cuanto atraviesas los muros de las ciudadelas. Hay que reconocer que la ambientación, más allá de ser muy repetitiva en sus callejones, es bastante digna para la época. Los esclavos perturbados te golpean en cuanto pasas junto a ellos, las mujeres te persiguen durante unos metros para pedirte limosna y la vida a ras de suelo es realista.
Me ha sorprendido gratamente la gran cantidad de NPC que aparecen en pantalla, cada uno con su pequeña animación, y fluyendo de una forma que sí que da la sensación de que un lugar como Damasco está vivo. Con el paso de las horas, comienzas a caer en la cuenta de que lo que podría ser un patio de recreo prometedor se termina diluyendo por una fórmula extremadamente repetitiva. Me parece comprensible que en pleno 2025 un bucle de juego como el de Assassin's Creed esté obsoleto, pero me cuesta creer que en 2007 no se pensase lo mismo.
Llega a una ubicación, ve a la base de la Hermandad, recopila información con el puñado de misiones repetitivas y acaba con la vida del mandamás de turno sin demasiada complicación. Por si fuera poco, las misiones secundarias son igualmente clónicas, siempre con pueblerinos siendo arrestados, informadores que deben llegar a la vuelta de la esquina o un hurto a escondidas. La variedad escasea y el entretenimiento va decayendo con el paso de las horas.
El parkour realmente está logrado, pero me he topado con una serie de imprecisiones en el control que han terminado con Altair llevándose un porrazo. Escalar las fachadas de los edificios es un proceso lento, casi manual por parte del jugador, sin la posibilidad de poder pegar un buen salto que nos impulse. Con todo, es un buen pasatiempo y una forma interesante de conocer el mundo a través de las atalayas, por lo que compro totalmente la idea.
Que si Abstergo, que si los Asesinos
Antes de tratar la trama de Assassin's Creed, me gustaría reivindicar la opción de activar subtítulos en un videojuego. O el diseño de sonido es perfecto, o lo más probable es perderse alguna línea de diálogo en mitad de la acción o las escenas, pero el título no es tan magnánimo como para permitir leer. Al menos uno puede entretenerse cambiando el plano durante las secuencias, lo cual deriva en un sonajero que pierde la gracia al poco rato.
Seguro que fue muy atrevido hace 18 años que pudieses escoger el punto de vista de lo que sucedía, pero aprecio mucho más una buena dirección cinematográfica. Quizás con ella me hubiese interesado más en los acontecimientos que suceden tanto en la simulación del Animus como en las oficinas de Abstergo. No es que se trate de una historia brillante, ya que confía en que las migajas sospechosas de que Al Mualim está tramando algo alimenten la intriga. Porque lo que sucede con el pobre de Desmond Miles es una sensación de darle agua a cuentagotas a alguien sediento.
Sí, los recuerdos genéticos del protagonista son lo que permite controlar a Altair; de acuerdo, Abstergo es un grupo de templarios; muy bien, Lucy Stillman es una miembro de la Hermandad que nos protegerá, pero ansío más información, ya que lo que sucede en Tierra Santa es aburrido. Confesiones con los dos pies en la tumba para los objetivos, evasivas de Al Mualim y un desenlace con muestras de un final enfocado a una segunda parte. Los créditos saltan como quien no sabe cómo darle un cierre, así que cortinilla de nombres y a otra cosa. Lo peor es que me han dejado con ganas de saber qué eso de las Piezas del Edén y por qué aparecen diferentes puntos de la Tierra resaltados.

Parece una buena justificación para trasladar cada nueva entrega a diferentes épocas y lugares, así como crear una narrativa acerca de cómo el poder proviene de una fuente externa de origen desconocido. Como primer paso para una franquicia que cuenta por decenas de millones sus ventas, lo cierto es que Assassin's Creed ha pasado completamente de moda. Quizás por eso la segunda parte ha sido, y es, tan alabada, pues imagino que salto evolutivo en todas sus características debió ser tan bestia que la comparación con su predecesor la encumbraba.
Seguiré descubriendo qué me tiene que ofrecer Ezio Auditore en Florencia, aunque tengo otros menesteres que desentrañar mientras tanto. Hay mucho más cariño que argumentos reales para sostener que estamos ante un gran videojuego, ya que la ley del tiempo no tiene piedad con ninguno de nosotros.
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18 años después, he dado el salto de fe con Assassin's Creed, pero el tiempo no ha sido amable con Altair
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Vida Extra
por
Juan Sanmartín
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