Cuando EEUU anunció aranceles a todo el planeta ocurrió algo muy extraño: muchos países contrataron Starlink de Elon Musk
En las últimas semanas hemos visto que la guerra comercial ha significado un cambio profundo para negocios como los de Temu o Shein. También han afectado a la propia Netflix, o a Apple. Por supuesto, también se han visto afectados países enteros, aunque unos menos que otros. Ahora, unos documentos filtrados han revelado algo ciertamente raro. Cuando Washington anunció los aranceles, varias naciones hicieron lo mismo: contratar Starlink, de Elon Musk. La diplomacia de los satélites. Lo contaba en una exclusiva el Washington Post hace unas horas. La administración Trump ha desplegado una estrategia que entrelaza presión arancelaria, diplomacia económica y promoción empresarial con nombre propio: Starlink, el servicio de internet satelital de Elon Musk. Cables diplomáticos obtenidos por el medio revelan que varios países en desarrollo aceleraron licencias y permisos para la operación de Starlink tras recibir amenazas de aranceles punitivos o en medio de negociaciones comerciales con Washington. El caso más ilustrativo ocurrió en Lesoto, donde el gobierno otorgó a Starlink su primera licencia nacional apenas dos semanas después de que Trump impusiera un arancel del 50% a las importaciones de dicho país, y lo hiciera explícitamente como gesto de buena voluntad hacia Estados Unidos en el marco de negociaciones bilaterales. En Xataka Solo hay una forma correcta de colocar el papel higiénico. Una patente acabó con el debate en 1891 Expansión global patrocinada. El fenómeno no es aislado. Contaba el Post que desde India hasta Bangladesh, pasando por Somalia, Vietnam, la República Democrática del Congo o Camboya, los cables obtenidos muestran cómo diplomáticos estadounidenses han promovido activamente la aprobación regulatoria de Starlink. Aunque en ningún caso se documenta una exigencia directa de favores a cambio de alivios arancelarios, sí queda clara la instrucción de altos cargos como el secretario de Estado Marco Rubio. ¿Cómo? Utilizando las misiones diplomáticas para facilitar la apertura de empresas estadounidenses (especialmente de Starlink) como parte del esfuerzo por “mantener y extender su ventaja como pioneros” frente a competidores chinos y rusos en el espacio. Incluso se reportaron reuniones en Turquía, Djibouti y Malí donde embajadores y funcionarios presentaron argumentos favorables a la entrada de Starlink en nombre de la seguridad nacional y el liderazgo tecnológico de Estados Unidos. En Xataka España ha recibido más lluvia que nunca esta primavera. Y aun así es incapaz de sacarse de encima el fantasma de la sequía Negociaciones comerciales disfrazadas. En Camboya, el patrón se repitió con relativa claridad. Tras la imposición de un arancel del 49%, funcionarios locales se reunieron con la Cámara de Comercio estadounidense en busca de salidas diplomáticas. Uno de los “gestos sugeridos” fue permitir la entrada de Starlink y facilitar el acceso sin aranceles a vehículos Ford. Otro cable anterior ya mostraba que el gobierno camboyano contemplaba promover a Boeing y Starlink como contrapeso ante el temor a sanciones comerciales. Lo mismo ocurre en India, donde las aprobaciones regulatorias para Starlink se han acelerado con la expectativa de que contribuirán a consolidar un acuerdo comercial con la Casa Blanca. Como explicó una fuente diplomática al Post, estos movimientos no se discuten abiertamente como condiciones formales, pero se entienden como lubricantes políticos esenciales para mantener relaciones bilaterales fluidas. Negocio multimillonario. Desde el Departamento de Estado, la defensa pública de estas maniobras se basa en la narrativa de la supremacía tecnológica americana frente a rivales estratégicos. En sus declaraciones, fuentes oficiales han descrito a Starlink como “un producto estadounidense revolucionario” que proporciona conectividad a zonas remotas del mundo y debería ser favorecido por “todo patriota”. El argumento geoestratégico se refuerza con la amenaza explícita de que, si Estados Unidos no apoya a sus propios líderes tecnológicos, serán las empresas chinas quienes llenen ese vacío. Expertos en el sector como Evan Swarztrauber coincidían: promover Starlink es un acto de contención frente a Pekín. De hecho, buena parte del entusiasmo gubernamental por la red de Musk se justifica en su rol como contrapeso directo a proveedores satelitales de China y Rusia, percibidos como amenazas a la seguridad nacional. Conflicto de intereses. Qué duda cabe, el vínculo entre el Estado estadounidense y Starlink plantea interrogantes éticos. Elon Musk, además de propietario de la empresa, es un aliado político de Trump y contribuyó con 277 millones de dólares a campañas republicanas. Actualmente ocupa un cargo dentro del gobierno supervisando DOGE, aunque eso sí, ha declarado que pronto renunciará. Esta superposición entre i

En las últimas semanas hemos visto que la guerra comercial ha significado un cambio profundo para negocios como los de Temu o Shein. También han afectado a la propia Netflix, o a Apple. Por supuesto, también se han visto afectados países enteros, aunque unos menos que otros. Ahora, unos documentos filtrados han revelado algo ciertamente raro. Cuando Washington anunció los aranceles, varias naciones hicieron lo mismo: contratar Starlink, de Elon Musk.
La diplomacia de los satélites. Lo contaba en una exclusiva el Washington Post hace unas horas. La administración Trump ha desplegado una estrategia que entrelaza presión arancelaria, diplomacia económica y promoción empresarial con nombre propio: Starlink, el servicio de internet satelital de Elon Musk. Cables diplomáticos obtenidos por el medio revelan que varios países en desarrollo aceleraron licencias y permisos para la operación de Starlink tras recibir amenazas de aranceles punitivos o en medio de negociaciones comerciales con Washington.
El caso más ilustrativo ocurrió en Lesoto, donde el gobierno otorgó a Starlink su primera licencia nacional apenas dos semanas después de que Trump impusiera un arancel del 50% a las importaciones de dicho país, y lo hiciera explícitamente como gesto de buena voluntad hacia Estados Unidos en el marco de negociaciones bilaterales.
Expansión global patrocinada. El fenómeno no es aislado. Contaba el Post que desde India hasta Bangladesh, pasando por Somalia, Vietnam, la República Democrática del Congo o Camboya, los cables obtenidos muestran cómo diplomáticos estadounidenses han promovido activamente la aprobación regulatoria de Starlink. Aunque en ningún caso se documenta una exigencia directa de favores a cambio de alivios arancelarios, sí queda clara la instrucción de altos cargos como el secretario de Estado Marco Rubio.
¿Cómo? Utilizando las misiones diplomáticas para facilitar la apertura de empresas estadounidenses (especialmente de Starlink) como parte del esfuerzo por “mantener y extender su ventaja como pioneros” frente a competidores chinos y rusos en el espacio. Incluso se reportaron reuniones en Turquía, Djibouti y Malí donde embajadores y funcionarios presentaron argumentos favorables a la entrada de Starlink en nombre de la seguridad nacional y el liderazgo tecnológico de Estados Unidos.
Negociaciones comerciales disfrazadas. En Camboya, el patrón se repitió con relativa claridad. Tras la imposición de un arancel del 49%, funcionarios locales se reunieron con la Cámara de Comercio estadounidense en busca de salidas diplomáticas. Uno de los “gestos sugeridos” fue permitir la entrada de Starlink y facilitar el acceso sin aranceles a vehículos Ford. Otro cable anterior ya mostraba que el gobierno camboyano contemplaba promover a Boeing y Starlink como contrapeso ante el temor a sanciones comerciales.
Lo mismo ocurre en India, donde las aprobaciones regulatorias para Starlink se han acelerado con la expectativa de que contribuirán a consolidar un acuerdo comercial con la Casa Blanca. Como explicó una fuente diplomática al Post, estos movimientos no se discuten abiertamente como condiciones formales, pero se entienden como lubricantes políticos esenciales para mantener relaciones bilaterales fluidas.
Negocio multimillonario. Desde el Departamento de Estado, la defensa pública de estas maniobras se basa en la narrativa de la supremacía tecnológica americana frente a rivales estratégicos. En sus declaraciones, fuentes oficiales han descrito a Starlink como “un producto estadounidense revolucionario” que proporciona conectividad a zonas remotas del mundo y debería ser favorecido por “todo patriota”.
El argumento geoestratégico se refuerza con la amenaza explícita de que, si Estados Unidos no apoya a sus propios líderes tecnológicos, serán las empresas chinas quienes llenen ese vacío. Expertos en el sector como Evan Swarztrauber coincidían: promover Starlink es un acto de contención frente a Pekín. De hecho, buena parte del entusiasmo gubernamental por la red de Musk se justifica en su rol como contrapeso directo a proveedores satelitales de China y Rusia, percibidos como amenazas a la seguridad nacional.
Conflicto de intereses. Qué duda cabe, el vínculo entre el Estado estadounidense y Starlink plantea interrogantes éticos. Elon Musk, además de propietario de la empresa, es un aliado político de Trump y contribuyó con 277 millones de dólares a campañas republicanas. Actualmente ocupa un cargo dentro del gobierno supervisando DOGE, aunque eso sí, ha declarado que pronto renunciará.
Esta superposición entre intereses privados, respaldo político y diplomacia oficial ha provocado que muchos países no logren distinguir entre las demandas de Washington y los intereses de Musk. Como advierte al Post el investigador W. Gyude Moore, en muchos gobiernos africanos “sería muy difícil separar” las presiones arancelarias del impulso a Starlink, especialmente sabiendo que cualquier resistencia a los negocios de Musk podría percibirse como un desafío a la Casa Blanca.
Entre Estado y empresa. Contaba el medio estadounidense que, en esencia, la estrategia de Washington convierte la expansión internacional de una empresa privada en instrumento directo de su política exterior. Aunque en el pasado tanto la administración Trump como la de Biden habían promovido el uso de satélites de órbita baja (LEO) para conectar embajadas y zonas remotas, los cables filtrados muestran que el énfasis actual no solo apunta a adoptar esta tecnología, sino a persuadir a países aliados a elegir servicios específicos como Starlink.
Bajo Trump, los cables enviados por Rubio amplificaron esa presión al catalogar las redes chinas y rusas como amenazas de seguridad, lo que permitió justificar la promoción de proveedores estadounidenses en esos términos geopolíticos. Quizás por ello, más allá de la retórica, lo que emerge es una foto cada vez más difusa entre el interés nacional y el corporativo, donde las barreras entre diplomacia, mercado y favoritismo político se diluyen en favor del liderazgo tecnológico.
Imagen | Mike Lewinski
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Cuando EEUU anunció aranceles a todo el planeta ocurrió algo muy extraño: muchos países contrataron Starlink de Elon Musk
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Miguel Jorge
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