Ha tenido que llegar una serie de Netflix para abrir el debate en Reino Unido: los niños, los móviles y qué demonios prohibir

Hay un dato demoledor que da a entender hasta qué punto hemos crecido de formas tan diferentes generaciones pasadas de la actual. A estos últimos les cuesta horrores escribir a mano porque escriben con el móvil. Esto tiene sus ventajas, por supuesto, pero también sus claroscuros. El mismo Bill Gates lo contaba hace poco: en un mundo de notificaciones e hiperconexión, apenas hay espacio para la exploración que da el simple aburrimiento. Del reverso más tenebroso de las redes y los niños también va la serie de Netflix de la que todo el mundo habla, y en Reino Unido se ha abierto un debate que nadie había logrado hasta ahora. Fenómeno social y político. La miniserie Adolescence, escrita por el británico Jack Thorne junto al actor Stephen Graham, se ha convertido en poco tiempo en un fenómeno internacional tras su estreno en Netflix el 13 de marzo, alcanzando el primer puesto en visualizaciones en decenas de países, incluido Estados Unidos. La trama, centrada en Jamie Miller, un adolescente de 13 años sospechoso de asesinato tras haber sido influenciado por contenido misógino online, ha trascendido el ámbito del entretenimiento para encender un debate urgente sobre la exposición de los menores a las redes sociales y la cultura digital tóxica. En Reino Unido, de hecho, la serie ha generado un aluvión de artículos, análisis y reacciones, hasta llegar al Parlamento, donde el primer ministro Keir Starmer mencionó que la veía con sus hijos y advirtió sobre las "consecuencias fatales" de que los jóvenes consuman contenido dañino sin control. En Xataka En Singapur, el lujo no es tener un Ferrari o un Lamborghini. El verdadero lujo es simplemente conducir Una propuesta inédita. Thorne, conocido por su capacidad de provocar reflexiones sociales a través de sus guiones, se ha mostrado satisfecho por el impacto del proyecto, pero también ha insistido en que no basta con discutirlo: demanda una legislación que prohíba el acceso de menores de 16 años a redes sociales. Este llamamiento se suma a un movimiento global creciente, donde países como Australia ya han aprobado restricciones similares y otros, como Dinamarca y Francia, han implementado vetos al uso de teléfonos en las escuelas. En Reino Unido, aunque la propuesta ha ganado eco entre padres y activistas (como la organización Smartphone Free Childhood, que reporta un aumento de adhesiones tras el estreno), el gobierno laborista todavía no ha mostrado señales claras de respaldar una medida de este tipo. La cultura incel. Recordaban en Vanity Fair que la génesis de Adolescence se remonta a la inquietud de Graham ante una serie de feminicidios cometidos por adolescentes en Reino Unido. Junto a Thorne, decidieron explorar las raíces de esta violencia y, tras investigar el mundo de las comunidades incel en internet (donde se promueven discursos misóginos basados en la idea de que los hombres deben manipular a las mujeres para obtener pareja), encontraron el núcleo temático de la historia. Contaba el New York Times el fin de semana que incluso Thorne llegó a crear perfiles anónimos para sumergirse durante seis meses en estos entornos digitales, un experimento con el que quedó profundamente perturbado al comprobar la facilidad con la que estas ideas podían seducir a chicos vulnerables, incluyendo a su propio hijo de 8 años. Dos visiones enfrentadas. Recordaba The Observer que el debate sobre la raíz de esta problemática presenta dos corrientes principales. La primera sostiene que los adolescentes son vulnerables debido a la falta de orientación y de modelos masculinos positivos, acentuada por la disminución de espacios como centros juveniles o actividades deportivas. Esta fue precisamente la reciente tesis de Gareth Southgate, seleccionador de la selección inglesa de fútbol, quien habló de una “epidemia de falta de figuras paternas” y de cómo la búsqueda de referentes empuja a los menores a internet, donde encuentran figuras tóxicas como los influencers del mundo incel o de derechos de los hombres (men's rights activists). Sin embargo, Adolescence propone otra perspectiva quizás más inquietante: incluso aquellos jóvenes que provienen de hogares funcionales, con padres presentes y recursos emocionales, pueden ser captados por estas ideologías si están expuestos de forma constante a ellas a través de sus móviles. La cultura digital y la radicalización. Y hay más, por supuesto. La serie pone en evidencia que la adicción a las redes sociales no es solo una respuesta a la falta de alternativas en el mundo físico, sino que estas plataformas están diseñadas precisamente para ser más atractivas que la vida real. Decían en el Guardian que explotar mecanismos psicológicos como la recompensa instantánea, la validación social y la competencia por estatus (características similares a las de las máquinas tragaperras), el ecosistema digital resulta adictivo y difíci

Mar 31, 2025 - 16:41
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Ha tenido que llegar una serie de Netflix para abrir el debate en Reino Unido: los niños, los móviles y qué demonios prohibir

Ha tenido que llegar una serie de Netflix para abrir el debate en Reino Unido: los niños, los móviles y qué demonios prohibir

Hay un dato demoledor que da a entender hasta qué punto hemos crecido de formas tan diferentes generaciones pasadas de la actual. A estos últimos les cuesta horrores escribir a mano porque escriben con el móvil. Esto tiene sus ventajas, por supuesto, pero también sus claroscuros. El mismo Bill Gates lo contaba hace poco: en un mundo de notificaciones e hiperconexión, apenas hay espacio para la exploración que da el simple aburrimiento. Del reverso más tenebroso de las redes y los niños también va la serie de Netflix de la que todo el mundo habla, y en Reino Unido se ha abierto un debate que nadie había logrado hasta ahora.

Fenómeno social y político. La miniserie Adolescence, escrita por el británico Jack Thorne junto al actor Stephen Graham, se ha convertido en poco tiempo en un fenómeno internacional tras su estreno en Netflix el 13 de marzo, alcanzando el primer puesto en visualizaciones en decenas de países, incluido Estados Unidos.

La trama, centrada en Jamie Miller, un adolescente de 13 años sospechoso de asesinato tras haber sido influenciado por contenido misógino online, ha trascendido el ámbito del entretenimiento para encender un debate urgente sobre la exposición de los menores a las redes sociales y la cultura digital tóxica. En Reino Unido, de hecho, la serie ha generado un aluvión de artículos, análisis y reacciones, hasta llegar al Parlamento, donde el primer ministro Keir Starmer mencionó que la veía con sus hijos y advirtió sobre las "consecuencias fatales" de que los jóvenes consuman contenido dañino sin control.

Una propuesta inédita. Thorne, conocido por su capacidad de provocar reflexiones sociales a través de sus guiones, se ha mostrado satisfecho por el impacto del proyecto, pero también ha insistido en que no basta con discutirlo: demanda una legislación que prohíba el acceso de menores de 16 años a redes sociales. Este llamamiento se suma a un movimiento global creciente, donde países como Australia ya han aprobado restricciones similares y otros, como Dinamarca y Francia, han implementado vetos al uso de teléfonos en las escuelas.

En Reino Unido, aunque la propuesta ha ganado eco entre padres y activistas (como la organización Smartphone Free Childhood, que reporta un aumento de adhesiones tras el estreno), el gobierno laborista todavía no ha mostrado señales claras de respaldar una medida de este tipo.

La cultura incel. Recordaban en Vanity Fair que la génesis de Adolescence se remonta a la inquietud de Graham ante una serie de feminicidios cometidos por adolescentes en Reino Unido. Junto a Thorne, decidieron explorar las raíces de esta violencia y, tras investigar el mundo de las comunidades incel en internet (donde se promueven discursos misóginos basados en la idea de que los hombres deben manipular a las mujeres para obtener pareja), encontraron el núcleo temático de la historia.

Contaba el New York Times el fin de semana que incluso Thorne llegó a crear perfiles anónimos para sumergirse durante seis meses en estos entornos digitales, un experimento con el que quedó profundamente perturbado al comprobar la facilidad con la que estas ideas podían seducir a chicos vulnerables, incluyendo a su propio hijo de 8 años.

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Dos visiones enfrentadas. Recordaba The Observer que el debate sobre la raíz de esta problemática presenta dos corrientes principales. La primera sostiene que los adolescentes son vulnerables debido a la falta de orientación y de modelos masculinos positivos, acentuada por la disminución de espacios como centros juveniles o actividades deportivas. Esta fue precisamente la reciente tesis de Gareth Southgate, seleccionador de la selección inglesa de fútbol, quien habló de una “epidemia de falta de figuras paternas” y de cómo la búsqueda de referentes empuja a los menores a internet, donde encuentran figuras tóxicas como los influencers del mundo incel o de derechos de los hombres (men's rights activists).

Sin embargo, Adolescence propone otra perspectiva quizás más inquietante: incluso aquellos jóvenes que provienen de hogares funcionales, con padres presentes y recursos emocionales, pueden ser captados por estas ideologías si están expuestos de forma constante a ellas a través de sus móviles.

La cultura digital y la radicalización. Y hay más, por supuesto. La serie pone en evidencia que la adicción a las redes sociales no es solo una respuesta a la falta de alternativas en el mundo físico, sino que estas plataformas están diseñadas precisamente para ser más atractivas que la vida real. Decían en el Guardian que explotar mecanismos psicológicos como la recompensa instantánea, la validación social y la competencia por estatus (características similares a las de las máquinas tragaperras), el ecosistema digital resulta adictivo y difícil de sustituir por actividades tradicionales.

Más aún, el Time apuntaba que las redes fomentan la obsesión por la imagen y la valoración externa, lo que encaja perfectamente con las narrativas de superioridad, poder y resentimiento que promueven esos presuntos influencers misóginos. Bajo este contexto, no se trata solo de carencia de actividades o mentores, es el propio diseño de las plataformas el que, a priori, predispone a los adolescentes a interiorizar discursos de odio, victimismo y violencia.

El riesgo silencioso. The Observer hacía hincapié en un detalle. La interacción social en entornos digitales, a diferencia del mundo físico, no solo amplifica la búsqueda de estatus, sino que intensifica la fragilidad emocional. Los ejemplos abundan, ya que, en internet, una crítica, un rechazo o una humillación pública no desaparece como ocurriría en una conversación presencial, sino que persisten y se amplifican, generando inseguridad y predisposición al consumo de contenido radicalizado.

Esta vulnerabilidad se convierte en terreno fértil para discursos como los de Andrew Tate y otros líderes del denominado manosphere, quienes ofrecen a los jóvenes una especie de paquete completo: estatus, promesa de atención femenina y la canalización de su frustración hacia un enemigo común, las mujeres.

Una crisis estructural. Adolescence no se limita a señalar a internet como el único culpable. Subrayaba el Times en un extenso reportaje que Thorne deja claro que la problemática es más profunda: instituciones educativas debilitadas, docentes saturados, falta de recursos para abordar la salud mental juvenil y un entorno social que ha subestimado el poder de internet. Un caldo de cultivo que ha contribuido a crear un ecosistema donde esa radicalización se vuelve, no solo posible, sino probable.

En este caso, el drama refleja que no basta con apelar a la familia o la escuela, sino que es la propia estructura comunitaria y cultural la que debería repensarse. De ahí que para activistas y profesionales, la serie haya logrado visibilizar la "sensación de pánico" latente en muchas familias ante el riesgo que representan los entornos digitales no regulados. Bajo esta premisa, la esperanza de su creador es que la historia sirva de catalizador para que "la aldea", como metáfora de la comunidad, no solo debata, sino que proteja activamente a los menores frente a estos riesgos.

Imagen | Netflix

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La noticia Ha tenido que llegar una serie de Netflix para abrir el debate en Reino Unido: los niños, los móviles y qué demonios prohibir fue publicada originalmente en Xataka Móvil por Miguel Jorge .