Hace 67 años el Papa Pío XII protagonizó el adiós más macabro de la Iglesia. El motivo: explotó en pleno funeral
A lo largo de sus casi dos décadas como Papa, a Pío XII le tocó lidiar con el complejo escenario de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, lo que lo ha convertido en una figura controvertida. Sus críticos le acusan de haber callado ante el exterminio nazi. Sus partidarios ven en él un estratega que maniobró para salvar vidas y evitar que la ira de Hitler arreciera sobre cristianos y judíos. Curiosamente y tras la muerte de Francisco I, estos días su nombre está sonando por una razón bien distinta: sus calamitosas exequias, que probablemente hacen del entierro de Pío XII el más macabro y comentado de la larga historia del Vaticano. Al fin y al cabo no son pocas las crónicas que sostienen que durante su funeral ocurrió una de las peores cosas que pueden suceder en semejantes circunstancias: su cadáver explotó para pasmo de la curia y los médicos. Literalmente. Un adiós con polémica Pío XII tuvo un pontificado convulso. Y muy a su pesar (y el de la Iglesia) sus últimos días se vieron empañados por la misma sensación. Aunque su agonía no fue especialmente larga (se sintió mal el 6 octubre de 1958 y falleció solo unos días después, el jueves 9) todo lo relacionado con su estado de salud se convirtió en una obsesión para la prensa. Tanto interesaba y tal era la pelea por publicar en primicia la muerte del Papa que algunos medios decidieron echar mano de una fuente de primer nivel: el doctor Riccardo Galeazzi-Lisi, quien durante décadas había sido amigo, confidente y médico personal (archiatra pontificio) de Pío XII. "En aquellos días el Vaticano era sumamente hermético y ni se le habría ocurrido proporcionar a los medios un comentario detallado y continuo sobre la salud del Papa. Así que las agencias de noticias estaban encantadas de pagarle al médico por sus servicios", recordaba en 2005 el periodista Alexander Chancellor. Cuando en 1968 se puso al frente de la delegación de Reuters en Italia, él mismo se encontró con un viejo teléfono rojo en la oficina que, según le explicaron sus colegas, había sido instalado allí diez años antes para poder contactar con Galeazzi-Lisi. El problema es que el doctor resultó ser una fuente tan influyente como poco fiable y falta de escrúpulos. Con el tiempo Galeazzi-Lisi acabaría expulsado del Vaticano por presuntamente querer sacar partido de su posición en la Santa Sede mientras el Papa agonizaba. Para ser precisos, lo acusaron de colar una cámara a escondidas en su cuarto para fotografiar al moribundo y luego vender el material. La recompensa era jugosa. ABC recuerda que hubo revistas y editoriales que le ofrecieron 3.200 dólares por las instantáneas y otros 20.000 por su relato. No fue lo único de lo que se acusó al doctor. En Xataka Llevamos años preguntándonos quién es la persona más antigua de la historia en ser grabada en vídeo. Y quizá sea un Papa De Riccardo Galeazzi-Lisi también se cuenta que se comprometió a darle la exclusiva de la muerte del Papa a un periodista. El pacto consistía supuestamente en que cuando Pío XII hubiese pasado a mejor vida, el médico abriría una ventana de la residencia papal. Con lo que no contaron, ni el médico ni la prensa, fue con que el calor del octubre romano llevase a una monja a abrir esa misma ventana para ventilar el edificio, lo que llevó al reportero a malinterpretar la señal. Otras fuentes aseguran que a lo que se había comprometido Galeazzi-Lisi era a agitar un pañuelo y que el periodista lo confundió con una cortina movida por el viento. Sea cual sea la versión correcta, lo cierto es que el miércoles 8 de octubre, cuando el Papa estaba agonizante pero todavía vivo, varios medios salieron a la calle con una noticia tan rotunda como falsa: "Il papà è morto". Faltaban todavía varias horas para que Pío XII falleciera debido a un "trastorno circulatorio". La noticia la hizo pública otro médico mejor informado, Antonio Gasbarrini. Lo más curioso es que la principal (e infausta) participación de Galeazzi-Lisi en el último adiós de Pío XII empezó justo entonces, tras el fallecimiento del Papa. Un embalsamamiento frustrado Aunque Francisco I simplificó las exequias papales para que la ceremonia se parezca más a la de "un pastor" que a la de "un poderoso hombre de este mundo", su funeral ha dejado claro una vez más que el entierro de un Sumo Pontífice es un evento fuera de lo común. Se calcula que en solo unos días unas 250.000 personas pasaron ante el féretro, en la basílica de San Pedro del Vaticano, para despedirse de él. En tiempos de Pío XII ocurría algo parecido. El cuerpo solía permanecer expuesto durante días para que los fieles pudiesen trasmitirle su adiós. Y eso, claro, requería tratarlo para que se mantuviese conservado en las mejores condiciones posibles el máximo tiempo posible. Lo habitual era que se retirasen parte de los órganos del cadáver, pero esa idea no parecía gustar demasiado a Pío X

A lo largo de sus casi dos décadas como Papa, a Pío XII le tocó lidiar con el complejo escenario de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, lo que lo ha convertido en una figura controvertida. Sus críticos le acusan de haber callado ante el exterminio nazi. Sus partidarios ven en él un estratega que maniobró para salvar vidas y evitar que la ira de Hitler arreciera sobre cristianos y judíos. Curiosamente y tras la muerte de Francisco I, estos días su nombre está sonando por una razón bien distinta: sus calamitosas exequias, que probablemente hacen del entierro de Pío XII el más macabro y comentado de la larga historia del Vaticano.
Al fin y al cabo no son pocas las crónicas que sostienen que durante su funeral ocurrió una de las peores cosas que pueden suceder en semejantes circunstancias: su cadáver explotó para pasmo de la curia y los médicos. Literalmente.
Un adiós con polémica

Pío XII tuvo un pontificado convulso. Y muy a su pesar (y el de la Iglesia) sus últimos días se vieron empañados por la misma sensación. Aunque su agonía no fue especialmente larga (se sintió mal el 6 octubre de 1958 y falleció solo unos días después, el jueves 9) todo lo relacionado con su estado de salud se convirtió en una obsesión para la prensa. Tanto interesaba y tal era la pelea por publicar en primicia la muerte del Papa que algunos medios decidieron echar mano de una fuente de primer nivel: el doctor Riccardo Galeazzi-Lisi, quien durante décadas había sido amigo, confidente y médico personal (archiatra pontificio) de Pío XII.
"En aquellos días el Vaticano era sumamente hermético y ni se le habría ocurrido proporcionar a los medios un comentario detallado y continuo sobre la salud del Papa. Así que las agencias de noticias estaban encantadas de pagarle al médico por sus servicios", recordaba en 2005 el periodista Alexander Chancellor. Cuando en 1968 se puso al frente de la delegación de Reuters en Italia, él mismo se encontró con un viejo teléfono rojo en la oficina que, según le explicaron sus colegas, había sido instalado allí diez años antes para poder contactar con Galeazzi-Lisi.
El problema es que el doctor resultó ser una fuente tan influyente como poco fiable y falta de escrúpulos. Con el tiempo Galeazzi-Lisi acabaría expulsado del Vaticano por presuntamente querer sacar partido de su posición en la Santa Sede mientras el Papa agonizaba. Para ser precisos, lo acusaron de colar una cámara a escondidas en su cuarto para fotografiar al moribundo y luego vender el material. La recompensa era jugosa. ABC recuerda que hubo revistas y editoriales que le ofrecieron 3.200 dólares por las instantáneas y otros 20.000 por su relato.
No fue lo único de lo que se acusó al doctor.
De Riccardo Galeazzi-Lisi también se cuenta que se comprometió a darle la exclusiva de la muerte del Papa a un periodista. El pacto consistía supuestamente en que cuando Pío XII hubiese pasado a mejor vida, el médico abriría una ventana de la residencia papal. Con lo que no contaron, ni el médico ni la prensa, fue con que el calor del octubre romano llevase a una monja a abrir esa misma ventana para ventilar el edificio, lo que llevó al reportero a malinterpretar la señal.
Otras fuentes aseguran que a lo que se había comprometido Galeazzi-Lisi era a agitar un pañuelo y que el periodista lo confundió con una cortina movida por el viento. Sea cual sea la versión correcta, lo cierto es que el miércoles 8 de octubre, cuando el Papa estaba agonizante pero todavía vivo, varios medios salieron a la calle con una noticia tan rotunda como falsa: "Il papà è morto". Faltaban todavía varias horas para que Pío XII falleciera debido a un "trastorno circulatorio". La noticia la hizo pública otro médico mejor informado, Antonio Gasbarrini.
Lo más curioso es que la principal (e infausta) participación de Galeazzi-Lisi en el último adiós de Pío XII empezó justo entonces, tras el fallecimiento del Papa.
Un embalsamamiento frustrado
Aunque Francisco I simplificó las exequias papales para que la ceremonia se parezca más a la de "un pastor" que a la de "un poderoso hombre de este mundo", su funeral ha dejado claro una vez más que el entierro de un Sumo Pontífice es un evento fuera de lo común. Se calcula que en solo unos días unas 250.000 personas pasaron ante el féretro, en la basílica de San Pedro del Vaticano, para despedirse de él. En tiempos de Pío XII ocurría algo parecido. El cuerpo solía permanecer expuesto durante días para que los fieles pudiesen trasmitirle su adiós.
Y eso, claro, requería tratarlo para que se mantuviese conservado en las mejores condiciones posibles el máximo tiempo posible. Lo habitual era que se retirasen parte de los órganos del cadáver, pero esa idea no parecía gustar demasiado a Pío XII, decidido a que lo enterraran "como Dios lo creó". En sus memorias Galeazzi-Lisi relata cómo ante esos recelos decidió hablarle al Papa de una nueva técnica de conservación que había desarrollado junto a un colega de Nápoles, un método sencillo, poco invasivo y a base de una mezcla de hierbas y aceites esenciales.

La técnica se llamaba "ósmosis aromática", la había elaborado supuestamente el propio Galeazzi-Lisi con ayuda de un embalsamador llamado Oreste Nuzzi y una de sus grandes ventajas era que apenas requería manipular (ni eviscerar) el cuerpo del difunto. Llegaba con sumergirlo en el preparado de aceite y hierbas aromáticas y luego envolverlo en capas. El doctor arguyó que el método era similar al que se usaba en los ritos egipcios o el que se había empleado con Jesucristo.
Es más, en sus memorias el doctor incluso relata cómo le mostró a Pío XII una mano amputada tratada con su mezcla. "Se quedó asombrado".
¿Aceptó el Papa que le aplicaran esa nueva técnica a su cadáver? No está claro. Lo que sí parece es que Galeazzi-Lisi se las apañó para que la Iglesia le dejase usarlo. Los trabajos arrancaron el 10 de octubre y a priori siguieron las pautas del médico: el cadáver se trató con la mezcla de hierbas y aceites y luego se recubrió con una especie de celofán para "conservar los aromas volátiles y asegurar el mejor embalsamamiento posible", recuerda el diario italiano Il Post.
Pero las cosas no salieron como el doctor italiano esperaba.
Aunque era otoño, hacía calor en Roma.
El cuerpo tuvo que trasladarse en una comitiva desde la residencia papal de Castel Gandolfo hasta Roma para su velatorio y entierro en las Grutas Vaticanas.
Y el celofán obstruía el paso del aire, facilitando la acumulación de gases.
El resultado distó mucho, muchísimo, de lo que probablemente tenían en mente Galeazzi-Lisi y desde luego Pío XII y los cardenales reunidos en el Vaticano. No es fácil saber lo que ocurrió exactamente porque, aclaran en Il Post, con el paso de las décadas han circulado múltiples versiones; pero parece claro que el resultado dejó bastante que desear: el cadáver empezó a emitir un olor tan fuerte que la Guardia Suiza Pontificia que lo velaban debían revelarse cada pocos minutos.
Y ese fue el menor de los problemas del Vaticano. Desde 1958 se han escrito un buen número de crónicas que relatan cómo durante el traslado del cuerpo de Pío XII a la basílica de San Pedro la acumulación de gases hizo que su cavidad torácica explotara. Literalmente. Con el susto y estruendo correspondientes.
"Cuando la carroza funeraria hizo un alto en la Basílica Laterana para el primer rito funerario, un desconcertante ruido como de un pequeño petardo se escuchó dentro del ataúd y provocó que se abriera", relata Martín Careaga en 'Pontifex Maximus', obra citada por ABC en su relato sobre lo ocurrido en 1958.
No es el único que da esa versión por buena. Hace poco, tras el fallecimiento de Francisco, el reverendo Ronald Vierling relataba para sus casi 95.000 seguidores de X lo ocurrido aquel aciago día del otoño de 1958. "El caluroso clima en Castel Gandolfo, sumado a la falta de refrigeración y al celofán hermético, provocó una descomposición anaeróbica y la acumulación de gases", recuerda el sacerdote.
El resultado, continúa, fue que el cuerpo adquirió un tono "verdoso-negro", se hinchó y empezó a desprender un fuerte hedor que obligó a la Guardia Suiza a relevar a sus custodios cada 15 minutos. "Se dice que el pecho se hundió o explotó debido a la presión del gas y se desprendieron partes como la nariz y dedos".
Incluso el Museo del Salón de Cirujanos, del Real Colegio de Cirujanos de Edimburgo, cita el caso de Pío XII en un artículo de hace cuatro años dedicado precisamente a la preservación de cuerpos. "La autólisis, sumada a la putrefacción causada por las bacterias intestinales, pronto generó grandes cantidades de gas en el cadáver. Esto se agravó por la falta de refrigeración debido al calor inusualmente elevado", explica sobre la técnica escogida por Galezzi-Lisi. ¿Cuál fue el resultado ? "Durante los días que duró el velatorio y la ceremonia fúnebre, el pecho del Papa explotó por la acumulación de gas en la cavidad torácica".
Al igual que el padre Vierling, la institución recuerda que el método de conservación ideado por Galezzi-Lisi dio tan malos resultados que al maltrecho cadáver se le desprendieron partes como la nariz y dedos y adquirió una tonalidad verdosa. Tan crítica era la situación que se cuenta que las autoridades del Vaticano tuvo que recurrir a expertos para que intentaran enmendar el entuerto y tratasen el cuerpo con productos capaces de frenar el avance de la descomposición.
"Para controlar la situación se dice que fue atado con tiras de seda para que cupiera en el ataúd y algunos relatos sugieren que se usó una máscara de cera para cubrir el rostro durante las últimas etapas del velatorio", relata el padre Vierling.
Imágenes | Wikipedia 1, 2, 3 y 4
-
La noticia
Hace 67 años el Papa Pío XII protagonizó el adiós más macabro de la Iglesia. El motivo: explotó en pleno funeral
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Carlos Prego
.