Con el Papa León XIV se reabren las puertas de una estancia secreta del Vaticano: la cancha de tenis de sus excelencias
Con el Papa León XIV surgen una serie de preguntas que se suelen repetir en el tiempo cuando la Iglesia elige nuevo pontífice. Es noticia cualquier detalle en el pasado de Robert Francis Prevost, desde sus comidas favoritas hasta sus inclinaciones políticas o su deporte o hobby preferido. Por ejemplo, se sabía que Francisco era un amante del fútbol y tenía un equipo "del alma". Con León XIV la Iglesia puede volver a iniciar una antigua tradición en uno de los espacios menos conocidos y secretos del Vaticano: el tenis. El viejo amigo de Chiclayo. Aunque nacido en Chicago, el nuevo pontífice fue recibido con júbilo y afecto en la ciudad peruana de Chiclayo, donde dejó una huella imborrable durante casi cuatro décadas de servicio pastoral. Lo contaba Reuters: llegado en 1985 como joven misionero a una de las regiones más humildes del norte del país, Robert Prevost no solo dedicó su vida religiosa a la comunidad, sino que se integró plenamente en la vida local: obtuvo la ciudadanía peruana en 2015 al ser nombrado obispo de Chiclayo. De hecho, los chiclayanos no lo recuerdan con vestiduras pomposas ni grandes protocolos, sino conduciendo una camioneta blanca por calles anegadas durante las lluvias estacionales, repartiendo alimentos, cargando balones de oxígeno durante la pandemia y visitando a los fieles a pie, sin chofer ni comitiva. Allí fue donde reveló una de sus grandes aficiones: el tenis (y la música criolla), y era habitual verlo jugar en el monasterio de Santo Toribio de Mogrovejo. En su nueva dirección también tiene una cancha esperando. En 3D Juegos Bill Gates ha declarado la guerra a Elon Musk y promete gastar toda su fortuna tras ver amenazado su trabajo. Es una batalla que viene de lejos La raqueta del Vaticano. Lo contaba esta semana The Athletic. Con el nuevo Papa no solo se abre un nuevo capítulo para la Iglesia católica, sino que también sale a la luz un detalle curioso y poco conocido del corazón del Vaticano: la existencia de una cancha de tenis discretamente situada tras los muros del Estado más pequeño del planeta. Aunque no es visible desde la calle, la pista la da una red protectora que asoma por encima de las murallas cerca del Museo Vaticano. Lo que se esconde es una pista roja de tenis (construida en la esquina norte del enclave papal) que ha sido desde hace décadas un rincón reservado para el esparcimiento de cardenales, miembros de la Guardia Suiza y, en épocas más recientes, empleados del Vaticano y sus hijos. La cancha y la tradición. Al parecer, aunque su existencia es desconocida incluso para muchos observadores asiduos de la Santa Sede, imágenes satelitales y archivos del Consejo Pontificio para los Laicos han documentado un pasado más activo de este enclave deportivo, uno que vivió su época dorada en los años setenta con torneos donde participaron futuros cardenales como Giovanni Battista Re o el jesuita Roberto Tucci. Ocurre que la tradición declinó cuando se permitió la entrada a empleados laicos y sus hijos (jóvenes más ágiles que los prelados), y el torneo acabó desapareciendo hasta su tímida reaparición en 2008. Dicho de otra forma: a sus excelentísimas no les gustaba perder ni al tenis. El papa tenista. Como decíamos, lejos de mantener la solemnidad institucional como único rasgo público, el nuevo pontífice ya se ha presentado como un aficionado entusiasta al tenis. En una entrevista concedida a la web de la Orden de San Agustín, Prevost se describió como “un verdadero aficionado al tenis” y confesó que, tras su etapa misionera en Perú, había tenido pocas oportunidades para practicar, por lo que esperaba con ilusión volver a empuñar la raqueta. Un aficionado más. En tono distendido, bromeó sobre su lealtad a los Chicago White Sox en béisbol, equiparándola con una vocación por la templanza y la perseverancia, y negó falsos rumores que lo vinculaban como seguidor de Carlos Alcaraz (para tranquilidad de los italianos devotos de Jannik Sinner). Si se quiere también, aunque ahora encarna una de las figuras más solemnes del planeta, su afición por la raqueta lo conecta con una dimensión humana y contemporánea, alejada de los protocolos del Vaticano. En Xataka Corea del Norte ha construido un resort tan grande que ahora se enfrenta a otro problema: encontrar turistas para llenarlo Secretos y tradición. Aunque pueda parecer una anécdota menor en el contexto de un nuevo papado, explicaba el Times que el descubrimiento del lado deportivo del nuevo pontífice y la existencia de una cancha de tenis en pleno Vaticano ofrecen una ventana inesperada hacia los aspectos más cotidianos y sorprendentes de la vida papal. La existencia de esta pista, que como decíamos, es desconocida incluso por miembros de la Federación Italiana de Tenis y por parte del clero, confirma que los muros vaticanos aún guardan secretos y t

Con el Papa León XIV surgen una serie de preguntas que se suelen repetir en el tiempo cuando la Iglesia elige nuevo pontífice. Es noticia cualquier detalle en el pasado de Robert Francis Prevost, desde sus comidas favoritas hasta sus inclinaciones políticas o su deporte o hobby preferido. Por ejemplo, se sabía que Francisco era un amante del fútbol y tenía un equipo "del alma". Con León XIV la Iglesia puede volver a iniciar una antigua tradición en uno de los espacios menos conocidos y secretos del Vaticano: el tenis.
El viejo amigo de Chiclayo. Aunque nacido en Chicago, el nuevo pontífice fue recibido con júbilo y afecto en la ciudad peruana de Chiclayo, donde dejó una huella imborrable durante casi cuatro décadas de servicio pastoral. Lo contaba Reuters: llegado en 1985 como joven misionero a una de las regiones más humildes del norte del país, Robert Prevost no solo dedicó su vida religiosa a la comunidad, sino que se integró plenamente en la vida local: obtuvo la ciudadanía peruana en 2015 al ser nombrado obispo de Chiclayo.
De hecho, los chiclayanos no lo recuerdan con vestiduras pomposas ni grandes protocolos, sino conduciendo una camioneta blanca por calles anegadas durante las lluvias estacionales, repartiendo alimentos, cargando balones de oxígeno durante la pandemia y visitando a los fieles a pie, sin chofer ni comitiva. Allí fue donde reveló una de sus grandes aficiones: el tenis (y la música criolla), y era habitual verlo jugar en el monasterio de Santo Toribio de Mogrovejo.
En su nueva dirección también tiene una cancha esperando.
La raqueta del Vaticano. Lo contaba esta semana The Athletic. Con el nuevo Papa no solo se abre un nuevo capítulo para la Iglesia católica, sino que también sale a la luz un detalle curioso y poco conocido del corazón del Vaticano: la existencia de una cancha de tenis discretamente situada tras los muros del Estado más pequeño del planeta.
Aunque no es visible desde la calle, la pista la da una red protectora que asoma por encima de las murallas cerca del Museo Vaticano. Lo que se esconde es una pista roja de tenis (construida en la esquina norte del enclave papal) que ha sido desde hace décadas un rincón reservado para el esparcimiento de cardenales, miembros de la Guardia Suiza y, en épocas más recientes, empleados del Vaticano y sus hijos.
La cancha y la tradición. Al parecer, aunque su existencia es desconocida incluso para muchos observadores asiduos de la Santa Sede, imágenes satelitales y archivos del Consejo Pontificio para los Laicos han documentado un pasado más activo de este enclave deportivo, uno que vivió su época dorada en los años setenta con torneos donde participaron futuros cardenales como Giovanni Battista Re o el jesuita Roberto Tucci.
Ocurre que la tradición declinó cuando se permitió la entrada a empleados laicos y sus hijos (jóvenes más ágiles que los prelados), y el torneo acabó desapareciendo hasta su tímida reaparición en 2008. Dicho de otra forma: a sus excelentísimas no les gustaba perder ni al tenis.
El papa tenista. Como decíamos, lejos de mantener la solemnidad institucional como único rasgo público, el nuevo pontífice ya se ha presentado como un aficionado entusiasta al tenis. En una entrevista concedida a la web de la Orden de San Agustín, Prevost se describió como “un verdadero aficionado al tenis” y confesó que, tras su etapa misionera en Perú, había tenido pocas oportunidades para practicar, por lo que esperaba con ilusión volver a empuñar la raqueta.
Un aficionado más. En tono distendido, bromeó sobre su lealtad a los Chicago White Sox en béisbol, equiparándola con una vocación por la templanza y la perseverancia, y negó falsos rumores que lo vinculaban como seguidor de Carlos Alcaraz (para tranquilidad de los italianos devotos de Jannik Sinner).
Si se quiere también, aunque ahora encarna una de las figuras más solemnes del planeta, su afición por la raqueta lo conecta con una dimensión humana y contemporánea, alejada de los protocolos del Vaticano.
Secretos y tradición. Aunque pueda parecer una anécdota menor en el contexto de un nuevo papado, explicaba el Times que el descubrimiento del lado deportivo del nuevo pontífice y la existencia de una cancha de tenis en pleno Vaticano ofrecen una ventana inesperada hacia los aspectos más cotidianos y sorprendentes de la vida papal.
La existencia de esta pista, que como decíamos, es desconocida incluso por miembros de la Federación Italiana de Tenis y por parte del clero, confirma que los muros vaticanos aún guardan secretos y tradiciones que escapan al ojo público. Plus (y detalle muy importante): el hecho de que actualmente ningún miembro de la Guardia Suiza practique el deporte podría facilitarle el camino al Papa si decide relanzar un torneo amistoso.
Otra cosa muy distinta es que pueda encontrar compañeros de su nivel.
Imagen | NegativeSpace, Wikimedia
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La noticia
Con el Papa León XIV se reabren las puertas de una estancia secreta del Vaticano: la cancha de tenis de sus excelencias
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
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