El ocaso de las ROMs y el cacharreo en Android llegó. Los sacrificios no superan a sus virtudes
Un servidor disfrutaba mucho arreglando lo que el fabricante de su teléfono no hacía bien: los tiempos de las ROMs de Android nunca estarán de vuelta. O al menos no como los conocimos, con multitud de grupos de la comunidad contribuyendo altruistamente para que miles de usuarios tuviera un sistema más optimizado y sobre todo, que trataba mejor al hardware de esos smartphones. Esto no significa que hayan desaparecido, todo lo contrario: la siempre confiable LineageOS da soporte a Android 15 en decenas de dispositivos. No obstante, y por suerte, no nos vemos obligados a modificar nuestros dispositivos hasta bien pasados unos años. Además, las prácticas de Google y su ecosistema han dañado la scene de Android en pos de la seguridad. Llevo unos cuantos años sin flashear una ROM alternativa en mi móvil, y es que, incluso por divertimento, los sacrificios de estas no compensan sus virtudes. Que las siguen teniendo, es un hecho. Un caro peaje por la personalización: funciones comprometidas Tengo un Pocophone F1 al que dejé instalada la penúltima versión de LineageOS y que en varios intentos, he intentado llevar a la calle para usarlo como si se tratase de mi Pixel. No obstante, si hace diez ya implicaba pérdidas de garantía y algún que otro dolor de cabeza, en la actualidad ha perdido mucho sentido. No el de resucitar un teléfono para darle una segunda vida, que eso todavía lo cumplen soberanamente bien. Pero sí se dificulta usarlo, si como yo estás apegado a todo el ecosistema de Google. Por culpa de Google Play —entiendo que prevalezca la seguridad por encima de unos cuantos usuarios— no puedo pagar con Wallet. Tampoco puedo logear en la app de mi banco. Usar una ROM en el día a día no es buena experiencia para los que dependemos mucho de Google Si no conoces el motivo, se resume en que Google introdujo comprobaciones de seguridad que la mayoría de aplicaciones de pago y bancos han adoptado. SafetyNet así como Play Integrity verifican que nuestros dispositivos son seguros: cuando instalamos una ROM, se modifica el sistema de fábrica, y deja de serlo. Sé que hay opciones para sortear esta barrera de Google, con módulos de Magisk y demás, pero supone un esfuerzo, tiempo y conocimiento, que quizá deje de funcionar tras una actualización. Por otro lado, hay un apartado no menos importante: la capa de personalización. En Xataka Android El giro de timón de Google con el desarrollo de Android solo deja una cosa clara: Android es más de Google que nunca Cuando las ROMs eran populares, los usuarios buscabámos justamente lo contrario, huir del fabricante. Ahora, con funciones de IA, postprocesados de cámaras, y una ristra de opciones exclusivas adherentes al móvil, se me antoja complicado migrar a un sistema personalizado. Y por último, el riesgo de depender de la comunidad para las actualizaciones. Vale que no es un problema si se elige con cabeza (apostando por una ROM con trayectoria) pero en cualquier momento este tipo de proyectos pueden caer. Sumado a que los fabricantes actualizan más y mejor, no me merece la pena. Una experiencia menos refinada Como decía anteriormente, las ROMs siguen siendo una opción sólida en caso de emergencia: imposibilidad de cambiar de smartphone o en un momento delicado en el que no quede más remedio. E incluso también para casos de usos concretos, por ejemplo para niños que comienzan en el smartphone y reciben una antigualla. Son tan buenas como siempre para actualizar cualquier smartphone, tanto en materia de SO como de parches de seguridad. Ahora bien, trayendo de nuevo a Google a esta ecuación —para señalarla otra vez— hablo de otro hándicap de las ROMs Android: el streaming. Seguramente sepas de qué hablo, de perder el nivel de seguridad Widevine L1, crucial para servicios de vídeo bajo demanda como Netflix. Esto impide que aplicaciones con contenido protegido por DRM puedan servir vídeo HD: todavía recuerdo algunos casos de fabricantes que olvidaron incorporarlo en el propio firmware de fábrica. En Xataka Android Los móviles tienen nuevos botones físicos. Nothing ha tenido una idea tan brillante como perversa que puede señalar el camino al resto Perder calidad de las cámaras tampoco es una opción. Y eso que instalar una GCam es una de las mejores maneras de mejorar nuestras fotos, pero las ROMs personalizadas no pueden replicar el software de procesado de imagen propietario del fabricante. Todos estos aspectos y algunos más, han hecho que las ROMs Android pierdan muchísimo atractivo. Se percibe en las comunidades de lugares como XDA, es natural por la propia madurez del sistema operativo de Google. Por suerte, las debilidades que antes tenían las capas de personalización, son cada vez menos. Y las políticas

Un servidor disfrutaba mucho arreglando lo que el fabricante de su teléfono no hacía bien: los tiempos de las ROMs de Android nunca estarán de vuelta. O al menos no como los conocimos, con multitud de grupos de la comunidad contribuyendo altruistamente para que miles de usuarios tuviera un sistema más optimizado y sobre todo, que trataba mejor al hardware de esos smartphones.
Esto no significa que hayan desaparecido, todo lo contrario: la siempre confiable LineageOS da soporte a Android 15 en decenas de dispositivos. No obstante, y por suerte, no nos vemos obligados a modificar nuestros dispositivos hasta bien pasados unos años. Además, las prácticas de Google y su ecosistema han dañado la scene de Android en pos de la seguridad. Llevo unos cuantos años sin flashear una ROM alternativa en mi móvil, y es que, incluso por divertimento, los sacrificios de estas no compensan sus virtudes. Que las siguen teniendo, es un hecho.
Un caro peaje por la personalización: funciones comprometidas

Tengo un Pocophone F1 al que dejé instalada la penúltima versión de LineageOS y que en varios intentos, he intentado llevar a la calle para usarlo como si se tratase de mi Pixel. No obstante, si hace diez ya implicaba pérdidas de garantía y algún que otro dolor de cabeza, en la actualidad ha perdido mucho sentido.
No el de resucitar un teléfono para darle una segunda vida, que eso todavía lo cumplen soberanamente bien. Pero sí se dificulta usarlo, si como yo estás apegado a todo el ecosistema de Google. Por culpa de Google Play —entiendo que prevalezca la seguridad por encima de unos cuantos usuarios— no puedo pagar con Wallet. Tampoco puedo logear en la app de mi banco.
Si no conoces el motivo, se resume en que Google introdujo comprobaciones de seguridad que la mayoría de aplicaciones de pago y bancos han adoptado. SafetyNet así como Play Integrity verifican que nuestros dispositivos son seguros: cuando instalamos una ROM, se modifica el sistema de fábrica, y deja de serlo.
Sé que hay opciones para sortear esta barrera de Google, con módulos de Magisk y demás, pero supone un esfuerzo, tiempo y conocimiento, que quizá deje de funcionar tras una actualización. Por otro lado, hay un apartado no menos importante: la capa de personalización.
Cuando las ROMs eran populares, los usuarios buscabámos justamente lo contrario, huir del fabricante. Ahora, con funciones de IA, postprocesados de cámaras, y una ristra de opciones exclusivas adherentes al móvil, se me antoja complicado migrar a un sistema personalizado.
Y por último, el riesgo de depender de la comunidad para las actualizaciones. Vale que no es un problema si se elige con cabeza (apostando por una ROM con trayectoria) pero en cualquier momento este tipo de proyectos pueden caer. Sumado a que los fabricantes actualizan más y mejor, no me merece la pena.
Una experiencia menos refinada

Como decía anteriormente, las ROMs siguen siendo una opción sólida en caso de emergencia: imposibilidad de cambiar de smartphone o en un momento delicado en el que no quede más remedio. E incluso también para casos de usos concretos, por ejemplo para niños que comienzan en el smartphone y reciben una antigualla. Son tan buenas como siempre para actualizar cualquier smartphone, tanto en materia de SO como de parches de seguridad.
Ahora bien, trayendo de nuevo a Google a esta ecuación —para señalarla otra vez— hablo de otro hándicap de las ROMs Android: el streaming. Seguramente sepas de qué hablo, de perder el nivel de seguridad Widevine L1, crucial para servicios de vídeo bajo demanda como Netflix. Esto impide que aplicaciones con contenido protegido por DRM puedan servir vídeo HD: todavía recuerdo algunos casos de fabricantes que olvidaron incorporarlo en el propio firmware de fábrica.
Perder calidad de las cámaras tampoco es una opción. Y eso que instalar una GCam es una de las mejores maneras de mejorar nuestras fotos, pero las ROMs personalizadas no pueden replicar el software de procesado de imagen propietario del fabricante.

Todos estos aspectos y algunos más, han hecho que las ROMs Android pierdan muchísimo atractivo. Se percibe en las comunidades de lugares como XDA, es natural por la propia madurez del sistema operativo de Google. Por suerte, las debilidades que antes tenían las capas de personalización, son cada vez menos. Y las políticas de actualizaciones, sin ser algo súper extendido, han mejorado bastante.
Para bien o para mal, son modificaciones muy de nicho. Lo fueron siempre, pero cuando la necesidad apremiaba, muchos acudían a sus encantos. No creo que vuelvan a tener esa popularidad que un día tuvieron, que en definitiva, eran malos síntomas para el sistema operativo que gobierna nuestro día a día.
Imagen de portada | Pepu Ricca para Xataka Android
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La noticia
El ocaso de las ROMs y el cacharreo en Android llegó. Los sacrificios no superan a sus virtudes
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Xataka Android
por
Pepu Ricca
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